ISSN: 2594-2751
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Reflexiones epistemológicas en torno a la complejidad en psicoterapia: hacia una propuesta integradora sistémico-transpersonal

Christian Omar Bailón Fernández

ABSTRACT

En el artículo presente se hace un recuento básico de las epistemologías subyacentes a las corrientes psicológicas mayormente conocidas, desarrollando una mirada desde una óptica plural para cuestionar la segregación en cotos de conocimiento que ha supuesto la construcción de visiones epistemológicas fragmentarias. A su vez, se argumenta que mediante la adecuación y análisis de la epistemología de la complejidad, puede vislumbrarse una perspectiva más enriquecedora y englobante que observa a los sistemas vivos en desarrollo en una dinámica de desorganización y organización por vía del incremento de su complejidad. Específicamente, se elabora la trama de elementos constitutivos de esta visión sistémica adecuando una observación ampliada que delimite un paradigma emergente y sus modos de aplicación a la luz de la reflexión epistemológica en torno a la complejidad en psicología. Por último se conduce a revisión detallada toda aquella consecuencia que se relacione con la constitución de esta cosmovisión en el campo psicoterapéutico.

Palabras clave: psicoterapia, complejidad, epistemología, sistémico, transpersona.

Introducción

La práctica de la psicoterapia, a lo largo de sus ya aproximadamente 150 años de estudio específico y científico1, ha sufrido evoluciones constantes que han repercutido no sólo en su eficacia y brevedad, sino también en su potencial abarcativo; así, de modelos originalmente centrados en el individuo se ha migrado a diagnósticos holísticos y sistémicos para lograr alcances e intervenciones ecológicas generadores de cambios no sólo personales sino también contextuales.

Estas actualizaciones o mejoras en la tecnología psicoterapéutica no han sido sólo originadas a partir de la investigación empírica, sino también, de las adecuaciones teóricoprácticas de sistemas filosóficos o teorías científicas nacientes, como ejemplos, el postestructuralismo lingüístico adecuado al análisis por Lacan, la adaptación de la teoría de Paul MacLean sobre los tres cerebros a una perspectiva de desarrollo humano por parte de Claudio Naranjo, la adecuación por parte del enfoque sistémico de la teoría de los tipos lógicos de Bertrand Russell, los juegos lingüísticos de Wittgenstein o la aportación narrativa de Ricoeur entre otras propuestas. Así, la psicoterapia se ha visto nutrida por las actualizaciones epistemológicas y antropológicas de la época, logrando un estatus evolutivo como conocimiento y tecnología en función de su efectividad y su capacidad de comprensión ampliada de los fenómenos psicológicos que le acontecen al hombre.

De esta manera, desde una perspectiva de complejidad, es posible entrever en cada conocimiento, un fragmento de la realidad dispuesto a comprenderse en su circunstancia y especificidad, sin perder de vista la pluralidad del conocimiento, las tensiones implícitas, así como la posibilidad multívoca y multidimensional en el observar de todo fenómeno (Morin, 2003), de esta manera, particularmente en el ámbito de la psicoterapia, se puede ver cada aportación por parte de las escuelas psicoterapéuticas, como una dimensión del conocimiento humano parcial que ha de poder complementarse con otros descubrimientos desde otras escuelas psicoterapéuticas. Sin la propuesta psicoanalítica no reconoceríamos toda aquella metapsicología fundante del psiquismo del sujeto, pero no es factible que por ello se deje de observar la capacidad noética del hombre o la autoorganizatividad organísmica que nos atañe, sin embargo, de ello surge la problemática sobre qué tipo de epistemología puede abarcar fundamentadamente tales aportaciones de las diferentes cosmovisiones. Lo que en esta reflexión se propone en primera instancia es argumentar una epistemología de la complejidad que fundamente la posibilidad plural que acaece a todo conocimiento y la irracionalidad de la segregación y fragmentación en pos de un supuesto conocimiento válido, pues “no se trata de alentar el sosiego del eclecticismo sino de develar los compromisos sociales de la psicología que hacen legitima la pluralidad de su campo” (Porras, 2011).

1 Sin tomar en cuenta todas aquellas prácticas y tecnologías dialécticas que la filosofía ya utilizaba para modificar esquemas y generar mayor cuidado de sí.

La salud mental y su relación social

En primera instancia, toda revisión epistemológica de la psicoterapia supone una profunda revisión hermenéutica de la salud mental, que, por ejemplo, resulta insuficientemente descrita desde una visión meramente estadística, pues, esta perspectiva clásica, por su naturaleza, deviene en una concepción que no analiza los aspectos cualitativos al respecto, como son los rasgos destructivos del ser humano en su dimensión histórica y valoral (Fromm, 2011). Por ello, la concepción de la psicopatología debe ser ampliada a valorar en su justa medida las variables sistémicas, ecológicas y contextuales implicadas, es decir, abarcar no únicamente la individualidad personal, sino la dialogicidad que permanece entre el individuo y su circunstancia social, cultural, económica y política: “La reducción al plano de lo individual, y al de los mecanismos internos, de los elementos que rigen y guían el comportamiento saludable y los aspectos cognitivos tiene profundas consecuencias políticas” (Parker, 2010, p. 65).

A raíz de estas problematizaciones han surgido cuestionamientos desde diferentes escenarios, por ejemplo, la perspectiva antipsiquiátrica que planteó una serie de argumentaciones contra las implicaciones sociopolíticas de la enfermedad mental. Asimismo, desde otros abordajes, se han sugerido diversos conceptos, como es el caso del concepto de normosis, que invita a una valoración crítica y con mayor capacidad abarcativa de la salud psicológica en razón de la destructividad social, desde un marco humanista y transpersonal de la psicoterapia y que alude a:

El conjunto de normas, conceptos, valores, estereotipos, hábitos de pensar o de actuar, que son aprobados por consenso o por la mayoría de una determinada sociedad y que provocan sufrimiento, dolencia y muerte: algo patogénico y letal, ejecutado sin que sus autores y actores tengan consciencia de su naturaleza patológica (Weil, Leloup y Crema, 2003, p. 22).

Multidimensionalidad, teoría del caos y psicoterapia

El ser humano no es solo un ser unidimensional, es multidimensional porque en él hay una serie de elementos complejos que componen su totalidad psicológica de manera circular, activa y retroactivamente2. La tradicional psicología unidimensional se centró originalmente en la finalidad de la psicoterapia desde una sola dimensión de la persona y como productora de cambios individuales y no en conjunción con una mirada hacia la tríada indivisible individuo-sociedad-especie3, esta tríada reconocible en razón de que “no existe, pues, una compartimentación en categorías rígidas ni una frontera clara entre lo biológico, lo social y lo individual, sino unidad y pluralidad al unísono, confusión en el origen y distinción en los desarrollos” (Morin, 2008, p. 47). 

De formularse un planteamiento tal, las intervenciones estarían dirigidas hacia transformaciones participativas y contextuales, cuestión que ha ido cambiando a partir de reflexiones ecológicas en el marco de propuestas innovadoras, desde enfoques que han intentado intervenciones con una mirada ampliada más allá de nuestra organización individual que no descuidan una visión contextual e interdependiente, esto también alude a la necesidad de profesionales con marcos más complejos respecto a la salud mental.

En la comprensión de ello, en este trabajo se reflexiona sobre la posibilidad de un abordaje psicoterapéutico desde la epistemología de la complejidad, que asume la subjetividad humana en su entrelace social y contextual, y que en razón de ello entiende a los seres humanos, desde el punto de vista psicológico, inmersos en dinámicas interaccionales ya sea consigo mismos, con los otros o con el mundo en general que implican intercambios que generan crisis, desorganización y reorganización psicológica constante, y que en el ámbito psicoterapéutico, de resolverse terapéuticamente, apuntan al aumento de la complejidad enriquecedora y transformadora de los individuos o grupos que participan en esos procesos (Almendro, 2002). Esta visión advierte una propuesta explicativa de la psicología basada en la teoría del caos, la cual implica una serie de características que a continuación se explicarán.

En primera instancia, a lo largo de la historia de la psicoterapia, se bosquejó una comprensión de los elementos que confluyen en un proceso terapéutico a partir de explicaciones que englobaban las dinámicas de fuerzas por medio de flujos de energía (Fernández y Rodríguez, 2001). 

Esta concepción perduró en los diferentes modelos subsecuentes que se plantearon organísmicamente. Más tarde, a partir de la teoría de los sistemas, se fundó una comprensión de estos procesos como operaciones de intercambio entre sistemas a través de la información (Bertalanffy, 1968). A partir de esto, tal concepción estructural resolvió desembocar los diversos modelos de psicoterapia al ámbito de la comunicación y la conversación, comprendidas sobre todo desde su definición clásica meramente en su acepción positiva, digital, relegando los medios analógicos, y por ende las dimensiones humanas que funcionan mediante este modo organizativo de la información, como son la dimensión corporal, emocional, la imaginación, lo inconsciente, lo metafórico, lo onírico, entre otras dimensiones.

Enfoques más abarcadores interpretaron la concepción de la información desde un punto de vista menos cognitivista y más antropológico. Desde la cosmovisión antropológica entonces, el hombre, a lo largo de su historicidad constitutiva, se concibió en un intercambio constante participativo con el entorno en el que vive, siendo como es el hombre “un ser abierto al mundo en sus participaciones” (Morin, 2011, p. 95), este se ha creado y recreado, en sus dinámicas constitutivas en conjunción con las estructuras culturales, con la naturaleza y en su relación con los otros4. Así por ejemplo, individualmente, el mundo para el hombre, microcosmos frente a macrocosmos supuso una afrenta angustiante, tal tensión productora de la participación mística, de la magia y del mito, posibilitó la adopción del símbolo como un modo de relación con lo Otro. La interpretación del mundo por medio del ícono, del símbolo y de la analogía en el ser humano media entre su ser y la realidad en una relación hermenéutica como hombre simbólico y hombre hermenéutico que es (Beuchot, 2015; Cassirer, 1994). Pero también, esta posición señala al hombre como un ser en relación, ello conlleva el surgimiento de los primeros indicios de la organización de la individualidad a través del descubrimiento de su mismidad y de un constante intercambio con el mundo en general y los otros, una tensión relacional de intercambio neguentrópico y entrópico entre todos los elementos de la trama de la vida5. 

De este modo. por ejemplo, la vida consciente del ser humano, entendido como agente individual, no tiene por sí misma, la capacidad auto-eco-organizativa que las funciones inconscientes si tienen, debido a la función neguentrópica patente en la organización cognitiva y, a su vez, gran parte de la información que un individuo capta en ese sentido, es proveniente de su interacción con la exterioridad que necesita de esta manera auto-organizar en su estructura (Morin, 2008).

En este rubro, se señaló que los procesos de entropía positiva y negativa subyacen a todos los sistemas abiertos como son los individuos particulares, los grupos, las sociedad y el mundo vivo en general (Bertalanffy, 1976). “Un sistema es una entidad cuya existencia y funciones se mantienen integradas por la interacción de sus partes” (Garibay, 2013, p. 5), abiertos y cerrados, los abiertos, que son aquellos comunes en el ámbito de la vida, se mantienen parcialmente constantes mediante la autorregulación, conservándose en constante probabilidad de alto orden e incluso en evolución creciente hacia la diferenciación y organización vía el incremento de su complejidad. Los sistemas vivos son abiertos, pues reciben aportes del exterior a partir de su interacción con el medio y este intercambio es energético e informacional.

Ahora bien, como se ha argumentado anteriormente, esta información entrópica y neguentrópica desorganizativa u organizativa de las propiedades de los sistemas respectivamente, no acontece meramente en una dimensión en el ser humano, sino que, obedece a su totalidad como el mismo holón que es, es decir, totalidad y parte de otra totalidad que también es parte, lo cual quiere decir que toda dimensión de las anteriormente vistas, participa de estas dinámicas. No se puede constreñir el intercambio informacional a un sólo ámbito o dimensión de lo humano, puesto que la información es el elemento organizador de la estructura de los individuos como totalidades-parte6.

2 Afectivo-corporal-cognitivo-conductual-interaccional, entre otros.
3 Principio sistémico u organizativo.
4 Principio de reintroducción.
5 Principio de autonomía / dependencia.
6 Principio hologramático.

Anteriormente se revisaba cómo estas interacciones, en sistemas abiertos, mantienen a los sistemas –aunque con cierta constancia u homeostasis– en posibilidad de incremento de su novedad, y, por ende, en posibilidad de reorganización. Pero esta constante posibilidad organizativa es precisamente tanto aquella que desemboca las crisis, como aquella que erige la transformación en los seres humanos individualmente o en conjunto, y, por ello, un elemento fundamental a comprender desde el punto de vista de la psicoterapia, pues las metas psicoterapéuticas buscan alterar los modos en que el sistema mantiene su organización, buscando que las intervenciones faciliten una reorganización del sistema presente que provoque una diferencia cualitativa mayormente adaptativa (Kenney, 1994).

Un sistema equilibrado retorna a su estado inicial cualquiera sea la perturbación a la que se encuentre sometido. Por el contrario, un sistema abierto y no equilibrado puede, en condiciones particulares, evolucionar hacia modos alternos de funcionamiento dependientes de la historia del sistema. Las intervenciones psicoterapéuticas en este sentido buscan no sólo interpretar y hacer notar, sino alejar al sistema del equilibrio, dado que esta organización homeostática tiene una organización significada como patológica, y a través de ello, permitir que las fluctuaciones se amplifiquen hasta cambiar su funcionamiento a través de la emergencia de una bifurcación (Elkaim, 2005). 

De esta comprensión surge el término de estructuras disipativas (principio de no reversibilidad), que expresa el surgimiento de nuevas organizaciones y formas de orden en escenarios de mayor inestabilidad (Capra, 1996):

Más lejos del equilibrio los flujos son más fuertes, la producción de entropía aumenta y el sistema ya no tiende al equilibrio. Bien al contrario, podrá encontrarse con inestabilidades que le conduzcan a nuevas formas de orden que alejarán al sistema más y más del estado de equilibrio. En otras palabras, lejos del equilibrio las estructuras disipativas pueden desarrollarse hacia formas de complejidad creciente (p. 194).

En el campo de la psicología, se ha propuesto que las crisis asoman una emergencia latente de nuevas estructuras con mayor diferenciación e individuación, de tal manera que “da la impresión de que las teorías del caos se adentran en concebir y explicar una progresiva alternancia entre orden y desorden, que precisamente ofrecerían una metodología natural de la transformación, nuevos mapas de interpretación del territorio” (Almendro, 2002, p. 193).

Estas formas de complejidad creciente que aquí se enuncian, son posibles sólo en la medida en que tales sistemas obtienen la capacidad de tomar del medio la energía e información adecuada para tal reorganización, ahí se encumbra el rol fundamental de la psicoterapia:

Una perspectiva compleja del sí mismo y de las relaciones propone que pueden coexistir e interactuar diferentes dominios atractores con modalidades de interacción, prácticas sociales, sistemas de significaciones y afectos convergentes, alternativos o contradictorios (…) La heterogeneidad del sí mismo y de la familia se organizaría, así, en cada momento con dominios atractores que, aunque distintos, están relativamente coordinados en configuraciones complejas (Fried, 1992, p. 254).

Algunos autores en desarrollo humano, antelaban a la luz de la teoría de Prigogine sobre las estructuras disipativas, interpretaciones que fueron más tarde el elemento nutricio para nuevos paradigmas emergentes, como es el caso de las actualizaciones hacia psicoterapias sistémicas orientadas a la complejidad o el paradigma transpersonal:

Hipotetizo que existe una direccional tendencia formativa en el universo, la cual puede ser trazada y observada en el espacio estelar, en los cristales, en los microorganismos, en más complejas formas orgánicas de vida y en los seres humanos. Esta es una tendencia evolucionaria hacia mayor orden, mayor complejidad, mayor interrelacionalidad. En la humanidad, esta tendencia muestra desde los movimientos originarios de una simple célula hasta el complejo funcionamiento orgánico, conociendo y detectando desde un bajo nivel de consciencia, pasando por un conocimiento consciente del organismo y el mundo exterior, hasta una consciencia trascendente de la armonía y la unidad del sistema cósmico, que incluye a la humanidad (Rogers, 1995, p. 133, traducción propia).

Complejidad y campos de significatividad relacional social-individual-mundo

A partir de la reflexión sobre la cibernética, se concibió que el modo de funcionamiento de un individuo siempre está interconectado en relación a otro, toda conducta es interacción (Watzlawick, Helmick y Jackson, 1985), sin embargo, esa referencialidad interaccional es efectivamente siempre intersubjetiva, mas la construcción referencial del individuo no se agota en la interrelación con otros individuos; en el caso de las personas, estas también se ven influidas por variables no intersubjetivas, existen interacciones de los seres humanos con los otros (social)7, sí, pero también relaciones de los individuos consigo mismos como otros en una autorreferencialidad y autopoiesis constante (psico)8 y con el mundo (bio)9, que también en todos los casos, construyen formas de significado en el individuo. Se propone aquí la adecuación de estos dos conceptos nuevos al concepto de interacción original propuesto por la escuela sistémica de origen fundamentalmente intersubjetivo, a saber, la concepción de la otredad como modo relacional orientado al individuo con los otros, la mismidad como modo relacional del individuo consigo mismo como otro y la mundidad como el modo relacional del individuo con el mundo (May, 1977). 

La propuesta aquí desarrollada se asemeja a la visión de Ernesto Spinelli, terapeuta existencial con base epistemológica socioconstruccionista, para quien, igualmente, la perspectiva del mundo en los individuos se encuentra conformada por tres diferentes constructos, aspectos con los cuales desarrollamos una interrelación ineludible, pues a través de estos co-construimos y re-construimos nuestro mundo de la vida, que engloba: relaciones con el mundo, con los otros y con nosotros mismos (Martínez, 2011). Estás dinámicas interaccionales que surgen entre fenómenos interrelacionados10, actúan como modos de interacción que construyen significaciones en donde cada uno de los agentes o campos implicados modifica al otro y viceversa, a partir de la retroalimentación informacional11 de los sistemas interactuantes en la configuración humana, dinámicas que se observan desde una auto-eco-organización, que devela un acoplamiento dialógico constante en términos de interacción entre los elementos que trazan la trama de la vida (Morin, 1994).

7 Otredad: Mitwelt.
8 Mismidad: Eigenwelt.
9 Mundidad: Umwelt.
10 Principio dialógico y recursivo.
11 Principio del bucle retroactivo o retroalimentación.

Doble vínculo como incoherencia vincular

El doble vínculo fue concebido originalmente por Bateson (1992) en términos de interacción, entendida esta como la relación entre individuos dentro de un sistema que genera una comunicación paradójicamente destructiva. Sin embargo, se podría pensar que tal comunicación paradójica no sólo se presenta en la dinámica relacional que acontece a los individuos intersubjetivamente, sino que es un fenómeno posible en cualquier tipo de vinculación del individuo, ya sea consigo mismo como se planteó en las perspectivas constructivistas (Neimeyer & Mahoney, 1998), con los otros, como se plantea en toda la literatura Batesoniana (1992) o del individuo en el mundo, en la visión existencialista de la psicoterapia, al pensar la existencia como dilemática (Martínez, 2011).

A este punto, se observa el concepto de doble vínculo desde una concepción más amplia, a saber, como una incoherencia vincular que acontece entre el individuo y el campo de significatividad con el cual se relaciona, esta incoherencia vincular apunta a una contradicción irresoluble entre el individuo y la relación establecida, respuesta que ante cualquiera de los correlatos12 genera una desorganización de sentido frente a la capacidad organizativa del individuo.

En este sentido su configuración contraria, la coherencia, supone una interconexión estructural en donde en ambos polos de toda interrelación13 se establece una conexión que mantiene una organización coherente mayoritariamente con el flujo complejo de la información y la retroalimentación ahí implicada, la significación relacional ahí implicada14 responde mayoritariamente a las necesidades de ambas partes de manera heurísticamente constructiva, entonces, se puede concebir tal conjunción establecida entre elementos como nutricia (Satir, 2002; Linares, 1996). La coherencia vincular supone un modo de integración entre la dialogicidad emergida en el establecimiento de la relación, en función de un intercambio enriquecedor, generador de construcciones más integradoras a través del intercambio entrópico/neguentrópico favorecedor del crecimiento de la complejidad, la organización, la novedad, el desarrollo y la diferenciación, pues sólo es posible la armonía a partir de la evolución de los organismos en aumento de complejidad tanto en diferenciación e integración (Csikszentmihalyi, 2008). Esta integración se diferencia de las conductas meramente adaptativas, represivas u explosivas15, por ser estas otras, maneras homeostáticas de asistir la realidad, una posición que anuncia un planteamiento de desarrollo antropológico desde una perspectiva de complejidad.

Es posible comprender la salud mental en términos de disminución de la destructividad (Fromm, 2011). Lo que en primera instancia, desde esta perspectiva, podría asociar entropía con violencia. Sin embargo, no parece ser tan sencillo, pues tanto si los sistemas tienden profundamente a la entropía, como si lo hacen a la negentropía mantienen una interacción disruptiva; el sano sistema fluctúa entre la organización y la desorganización en dirección a un aumento de la complejidad que supone esa constante dinámica (Huneeus, 1986). Si, efectivamente, el mundo y la vida tienden a la entropía, un mundo carente de posibilidad entrópica tendría inhabilitada la posibilidad de cambio y por ende de creación y reorganización:

En los sistemas complejos las fluctuaciones, aun microscópicas, pueden llevar a una expresión macróscopica a través de procesos dinámicos, no lineales. Pequeñas fluctuaciones pueden derivar en una impredictibilidad en gran escala, revelando la importancia de los eventos estocásticos en todos los niveles, desde lo molecular hasta lo global. La visión prigoginiana ilumina y valida la dialéctica entre orden y desorden (Fried, 1994, p. 21).

Si el hombre ha de instaurarse un sentido (Frankl), diferenciarse (Bowen), nutrirse (Satir), individuarse (Jung), convertirse en persona (Rogers) o hacerse superior (Adler), es así, porque ante todo, ha devenido absurdizado, fusionado, desnutrido o inferiorizado, proceso que atañe a una dinámica de destructividad primaria (Freud), tendencia entrópica de los sistemas que ha de superarse en pos de aquello que denominamos salud.

12 Yo, otro, mundo.
13 Ya sea la persona con el mundo, la persona con otra persona o la persona consigo misma.
14 Verbales y analógicamente.
15 Normosis, neurosis, psicosis.

Esta violencia inmanente reitera una desorganización esencial, y la dinámica constante entre orden y caos, un orden paradojal de la vida, pues, si tanto un aumento entrópico y neguentrópico podrían ser generadores de destructividad, el individuo así como las familias, los grupos y las sociedades, en este sentido, para madurar, para aumentar su complejidad, para desarrollar su propia estructura organizativa, han de soportar, navegar y superar las constantes paradojas: 

El adecuado balance entre los estados de integración y de no integración, entre etapas o momentos de tensión y de relajación, se expresa en el jugar, en las transiciones entre el dormir y el despertar inherentes al ritmo de la vigilia y el sueño, o en la capacidad de soportar las dudas frente a las certezas. (…) De modo que el indicador fundamental de la madurez del sujeto, y por ende de la salud, es la capacidad psíquica de soportar paradojas: la riqueza psíquica (…) Cuando se tolera y respeta la paradoja se otorga al pensamiento un carácter dialéctico (Lacruz, 2007).

Desde la perspectiva de Wilber, en este sentido, a nivel individual cada organización de la consciencia respecto del espectro posible de esta tiene sus propios dobles vínculos a trascender, a excepción de cuando la consciencia ha logrado una organización no-dual, pues “todo dualismo presenta un doble vínculo o encrucijada en la consciencia” (Wilber, 2005, p. 181). De este modo, el individuo o grupo ha de integrarse y diferenciarse para adquirir complejidad, y esta complejidad volcarse en capacidad auto-organizativa sobre sí que redunde en transformación, libertad y posibilidad.

La digestión de las paradojas de la vida no es sino la creación de un orden vital que posibilite la constitución de nuevas posibilidades y patrones, que, tal como un koan resuelto, desarrollen la consciencia, supone un salto cualitativo en la comprensión, siendo que toda resolución paradójica incluye a sus contrarios en un concepto superior (Hegel, 2002). Para ello, es precisamente fundamental la concientización de los elementos contradictorios, dilemáticos o paradojales, así, de su asimilación y conciliación surge un aumento de la complejidad que posibilita nuevas alternativas y comprensiones, que desarrolle un sentido de agencia frente a lo que anteriormente aparecía como irresoluble:

La única manera de resolver –a diferencia de solucionar– las cuestiones es transformarlas en virtud de una dimensión de consciencia más profunda y amplia. Los problemas han de abarcarse en su plena significación, las antinomias resolverse aun con sus contradicciones. Es menester estructurarlas, y de esta voluntad nace un nuevo nivel de consciencia (May, 2011, p. 271).

Estas construcciones emergentes fungen como nuevas cosmovisiones identitarias del sistema, y son dependientes de la configuraciones simbólicas constituidas mediante los modos del pensar, sentir y hacer del individuo (Naranjo, 2008; Linares, 1996) y su interrelación compleja consigo mismos, los otros y el mundo.

Conclusiones

El paradigma sistémico y el paradigma transpersonal históricamente estuvieron entrelazados debido a la convergencia de propuestas por parte de los fundadores de ambos paradigmas en Esalen. Para esto baste recordar anecdóticamente la alusión de Bateson a los descubrimientos de Grof como merecedor de un premio nobel (Capra, 2009), las convergencias metateóricas de Laing al respecto en todos sus textos, la asistencia a seminarios con el místico Alan Watts por parte de Weakland y Haley en la afirmación constatable por ellos mismos de la importancia que supuso esto en sus perspectivas, así como la aportación de Bateson (1992) sobre los niveles de aprendizaje posibles en el ser humano, cada uno, trascendiendo la estructura del anterior16, que engloban la superación de la propia organización esquemática de un sistema y una ampliación perceptual cada vez mayor hacia el reconocimiento ecológico de la vida, y, en este sentido, en este trabajo se reconoce la gran importancia de la construcción de un puente que retroalimente estas perspectivas y habilite desde una perspectiva de complejidad una comprensión más enriquecida sobre el ámbito de la psicoterapia desde estas perspectivas.

De lo revisado anteriormente, se puede conjugar la estructuración posible de estos campos de violencia simbólica (Bordieu, 2014) en que se enclaustra el ámbito humano en la estructuración desorganizativa (pathos) individual, social contextual, de ahí que todo proceso de salud mental culmine en la recuperación de la reorganizatividad enriquecedora de estos campos y constitución del cuidado (Fromm, 2014; Heidegger, 2000), que no es sino la recuperación de la capacidad noética que resuelve un ser para sí (Heidegger, 2000), reconocerse sujeto, relación y límite (Trías, Castoriadis, Lévinas), a través de una reconfiguración del campo de sí mismo, del mundo y de los otros, en función de una cointegración coherente, una acción comunicativa (Habermas), una auto-eco-organización (Morin).

La alusión a la evolución de la consciencia atañe a estos procesos inherentes a los sistemas de organización y desorganización anteriormente discutidos, la ampliación de la consciencia, bajo esta significatividad, no es sino el aumento de la complejidad producto de este intercambio, el individuo o el grupo que se ve consciente de los parámetros puede desestructurarlos para una reorganización que incluya aquellos elementos escindidos o no reconocidos, lo cual supone la recuperación de un locus de control sobre ellos y un enriquecimiento de las posibilidades del sistema (Fericgla, 2004).

De modo tal que todo despertar es un concientizarse, y ello es posible únicamente a condición de la incorporación de nueva información que elimine la ceguera, de la ampliación de los límites perceptuales anteriores que marginaban nuestro horizonte, el reconocimiento de aquellos elementos o toda reconfiguración simbólica que abone hacia nuevas posibilidades más allá de las establecidas por la anterior construcción emergente identitaria del sistema.

Así pues, hacer a la psicoterapia ir más allá de la persona, propugnar por la necesidad de la trascendencia del ego o desarrollar una transformación sistémica, significa, el agenciamiento de la salud mental, en miras de intervenciones centradas en la constitución de construcciones complejas en los individuos o grupos humanos, elaboradoras de un intercambio ecológico cada vez más profundo, abarcante e integrador, hacia el desarrollo del proyecto humano.

En términos de la concientización conviene recordar esa metáfora budista que dice que como océano se ha identificado más bien el ser con los reflejos que se proyectan en las olas y marejadas que con la transparencia vacua de su naturaleza, la verdad del ser y de la vida siempre ha estado ahí, pero es necesaria la concientización de todos los reflejos para asumir la naturaleza oceánica, para desidentificarse de ellos, quizá esa visión pura sea la esencia del ser, última paradoja trascendida, inasequible al hombre cuando es asfixiado por su simbolicidad paradojal y dualificadora.

16 La misma lógica y fundamento de lo que hoy se llama niveles o estadios de consciencia.

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