ISSN: 2594-2751

Resiliencia y Psicología del Color. Una propuesta lúdica para “ponerle color” a las relaciones interpersonales₁

Angélica Ojeda García

ABSTRACT

Existe una gran variedad de estudios, en el ámbito de las ciencias sociales, que abordan la teoría de psicología del color; sus resultados pueden ser extrapolados al entendimiento y comprensión de las relaciones interpersonales en la vida cotidiana de las personas. En particular, el presente artículo es una propuesta basada en asociaciones empíricas entre la Psicología del Color con metales y minerales, las aportaciones sobre resiliencia de Richardson (2002) y el Modelo derivado de la Teoría del Color de Lee (1973), lo cual ofrece una posibilidad de caracterizar con determinados adjetivos las relaciones cercanas y significativas que tienen las personas: maestro-alumno, amigo-amigo, hermano-hermano, mamá-hijo, hija-padre, hombre-mujer, por mencionar algunas que son pilares del autoestima y el andar de quienes las integran. Usando la técnica de redes semánticas naturales (Reyes-Lagunes, 1993), los resultados permiten hacer sugerencias prácticas para el uso de los colores, tal como la metáfora que permita elegir el tipo de acciones a seguir para reflexionar sobre el conflicto interpersonal y, con ello, su posible solución. Al mismo tiempo, los adjetivos asociados resultantes ofrecieron posibilidades para decisiones en cuanto a las acciones que integran el colormetal de preferencia personal con el que se puede matizar una relación personal. 

Palabras clave: resiliencia, relaciones interpersonales, psicología del color, piedras preciosas.

1 Proyecto financiado por la Universidad Iberoamericana (UIA) y el Patronato Económico y de Desarrollo (FICSAC). 

Introducción

Richardson (2002) refiere a la resiliencia como la habilidad que permite construir relaciones cercanas. Para que una relación se vuelva cercana y significativa, sus integrantes pasan por algunos conflictos interpersonales, inherentes a las relaciones humanas, que son generados por diferencias de opiniones, interpretaciones de sucesos cotidianos o experiencias mutuas. Su presencia puede llevar a que la relación se fortalezca o, bien, a que se desquebraje y se viva como experiencia individual de dolor, añoranza y soledad (Laurse & Hafen, 2009). 

Por su parte, el psicólogo González-Vera (2005) refiere que una “buena relación” nace de la atracción interpersonal y de la compatibilidad en preferencias hacia la vida; para ello, este autor hace un símil con la comida; partiendo de que cada integrante de una relación debe resultarle agradable al otro, explica el proceso de atracción interpersonal asociándolo con un manjar de comida; así, cuando la comida no es agradable, le cae pesada a la persona o comió demasiado –más de la cuenta– es muy probable que se enferme. De ahí que su tipología sobre las relaciones cercanas y significativas sea dividida en relaciones tóxicas (con diferentes grados de toxicidad) y relaciones nutridas (como reflejo del aprendizaje de “saber comer”). Así, una pareja enferma o tóxica es aquella que come por comer, que se alimenta de chatarra. 

En términos de relación humana, González-Vera (2005) compara esos desórdenes alimenticios y observa que ese tipo de relaciones tóxicas se construye con base en un temor o miedos primarios (soledad, abandono, inseguridad) en donde las personas, en su intento por no sentir la necesidad, comen lo que sea, desatendiendo a la relación y descuidando “los nutrientes” que deben acompañar e integran toda relación significativa. Mientras que en una relación interpersonal nutritiva, cada integrante tiene presente las necesidades del otro miembro como de ella misma. Su comportamiento va en busca de alimentar y nutrir las necesidades de ambos, de velar por el bien de ambos y de la relación.

De acuerdo a Ojeda (2003; citado por Estévez, 2014) una relación cercana y significativa es aquella que por su connotación social provoca que un miembro tenga cierta influencia e interdependencia con el otro miembro de la relación, que por la convivencia y la apertura que mantienen a través del tiempo y su cotidianidad forjen un vínculo afectivo llamado “apego emocional”. De tal suerte, lo que suceda como evidencia, expresión o producto de esa relación impactará en el sentir, pensar y actuar de cada integrante y la eficacia con la que cada uno responda a las necesidades (individuales, del otro y de la relación), producirá una combinación que la alimentará y la hará crecer “sana”. En consecuencia, sus integrantes cuentan con cierta consciencia social para tomar decisiones sobre las acciones que mejor convengan para forjar y alimentar la relación en curso. Luego, en el mejor de los casos, una relación interpersonal significativa debería ser aquella que se cualifique como “nutritiva”. 

Ahora bien, buscando que el presente texto contenga sugerencias prácticas, se pensó combinar la capacidad de resiliencia con la psicología del color como una manera “colorida” de pintar y dibujar las relaciones interpersonales significativas, tal como en una especie de juego; es decir, en un ir y venir entre estrategias con bases científicas obtenidas de la técnica de asociaciones naturales realizadas a una muestra de 50 personas a las que se les aplicó la técnica de Redes Semánticas Naturales; la población estudiada tenía que describir sus asociaciones ( a partir de sustantivos, verbos y acciones) en relación a 9 colores (los 3 colores primarios, los 3 secundarios y los 3 que distinguen a los metales más apreciados: el oro, la plata y el bronce). 

De tal suerte, la primera parte del texto se dedica a entender la resiliencia desde lo publicado por Richardson (2002); en la segunda se aborda a la Psicología del Color y el modelo de Lee (1973); en un tercer momento se presenta un estudio empírico para reforzar el punto de vista de la segunda sección. Finalmente, a partir de los resultados obtenidos por el estudio referido, se presentan tablas de integración de la propuesta y se hacen sugerencias para entender el color con el que pintamos nuestras relaciones más significativas.

La resiliencia: fundamentos teóricos 

La resiliencia ha sido definida como la capacidad en el uso de recursos internos personales para afrontar y superar cualquier tipo de situación inesperada pero implicada en el proceso de vivir (Jaramillo-Vélez, Ospina-Muñoz, Cabarcas-Iglesias & Humphreys, 2005) y con ello, aprender y crecer a partir de las circunstancias de vida presentes (Richardson, 2002), con la posibilidad de enfrentarse a nuevos retos y a adaptarse ante situaciones de crisis o no (Hawley, 2000). Como habilidad cognitiva, representa un factor de gran valor en el establecimiento, manejo, mantenimiento y fortalecimiento del trato con personas y grupos (Masten, Best & Garmezy, 2001). 

De acuerdo a Anthony (1987) la resiliencia es una habilidad social que permite hacer crecer las relaciones cercanas y significativas, concepción a la que le anteceden una serie de estudios de los 70’s, los cuales buscaban explicar cómo los niños y jóvenes pertenecientes a grupos de alto riesgo enfrentaban estresores cotidianos y por consiguiente se transformaban, de la noche a la mañana, en adultos competentes y saludables.

De ahí que algunos otros autores (Howard & Johnson, 2001) empezaron a ver a la resiliencia como la competencia de relación humana que incita el crecimiento personal y facilita procesos como la adaptación social y el establecimiento/mantenimiento de las relaciones interpersonales cercanas. 

Su presencia como habilidad y proceso cognitivo permite encontrar respuesta exitosa a la situación generadora de estrés, identificar las tareas o desafíos que resultan de los intentos y manejo de las circunstancias, así como implementar acciones como evaluar, reconocer y fortalecer las capacidades y recursos de los individuos, familias, grupos, comunidades y sistemas formales (Rutter, 1990). Por consiguiente, en un sentido más amplio, la resiliencia, además de ser un concepto que motiva a la acción, es todo un proceso compuesto de otras capacidades o habilidades mentales; asimismo, es la habilidad para poner en práctica la capacidad de inteligencia emocional de un individuo (Villalba, 2003).

A continuación se exponen algunas definiciones del término en cuestión, lo cual será una muestra de la gran diversidad, funciones y acciones que se le asocian validando su importancia como foco de estudio. Como se podrá notar, conforme avanzaba el tiempo, su definición y concretización en acciones ha ido siendo cada vez más compleja e incluyente. De tal suerte que la resiliencia promueve:

  • Tomar decisiones con respecto las metas, objetivos, expectativas, esperanzas y ambiciones que se tienen en los ámbitos de educación, carrera y relaciones cercanas (Nurmi, 1987).
  • Hablar con orgullo de los logros personales, habilidades, planes hacia el futuro, puntos de vista positivos y competencias, así como expresar un sentido de pertenencia (Nurmi, 1991).
  • Manifestar un sentimiento de aceptación propio y hacia la vida. Expresar valores como optimismo, apoyo social y espiritualidad. Encontrar un sentido o significado al evento estresante (Wagnild & Young, 1993).
  • Tener la capacidad de automejora junto con la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Saber fijar límites. Establecer lazos de intimidad con otros. Gusto por exigirse y ponerse a prueba en tareas cada vez más exigentes. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Tener la capacidad de crear orden y belleza del caos y el desorden. Actuar en función a sus valores (Wolin & Wolin, 1993).
  • Manifestar la habilidad para invertir en otras relaciones e intereses, reconociendo y compartiendo las consecuencias de la crisis. Mantener una comunicación abierta y de intercambio entre los integrantes de su relación (Walsh, 1998).
  • Capacidad para manejarse en términos de: “Yo Tengo”, “Yo Soy”, “Yo Es-toy” y “Yo Puedo” (Grotberg, 2001).
  • Manifestar aptitudes físicas e intelectuales como autoeficacia, introspección, autoimagen positiva, autoestima, clarificación de metas y aspiraciones, sentido del humor, creatividad, perseverancia, compromiso, expresividad, iniciativa, empatía, autonomía y moralidad en sus relaciones interpersonales. Además, éstas últimas deben ser relaciones significativas con otros en las que se manifieste capacidad de saber esta blecer la autoestima cuando es amenazada por otros, asertividad, y atención positiva (Ungar, 2001). 
  • Manejar con eficiencia las relaciones interpersonales que establecen, promover en su persona y en los demás desarrollo, bienestar y espiritualidad; del mismo modo se promueve la participación colaborativa, reasignación de funciones, organización interna, planteamiento y trabajo proactivo para alcanzar metas. Una persona resiliente es capaz de expresar compromiso, cohesión, adaptabilidad y espiritualidad en su relación con los demás; tienen tiempo para convivir y coherencia (Silliman, 2003).
  • Percibir positivamente su nivel de bienestar subjetivo y ver con optimismo la vida (Tugade & Fredickson, 2004).
  • Reconocer y darse cuenta del apoyo social que les proporcionan otros (Charney, 2004).
  • Compartir expectativas y logros (Omar, Uribe & Maltaneres, 2005).
  • Usar estrategias de afrontamiento encaminadas a la solución de problemas (Hatchett & Park, 2004).
  • Promover el autobeneficio y el ajuste social de influencia de factores protectores, manejando con ello los factores de riesgo que se puedan presentar, reestableciendo así la estabilidad del grupo y sus relaciones internas y de inserción social (Der Kinderen & Greeff, 2003).
  • Contar con el apoyo recíproco de familiares (Walsh, 2004).
  • Buscar mantener una buena salud física y mental, un locus de control interno adecuado y un autoconcepto positivo (Peters, Leadbeater, & Mc-Mahon, 2005).
  • Colaborar y coparticipar con las metas del grupo de pertenencia (LaFromboise, Hoyt, Oliver & Whitbeck, 2006).
  • Mostrar interés por desarrollar las habilidades sociales que conllevan ejecutar y poner en práctica sus valores (López, Camacho, Máiquez, Byrne & Cruz, 2009).
  • Nutrir constantemente la relación interpersonal presente (es decir, ser benevolente y afirmativo), pues este tipo de relaciones genera un buen nivel de autoeficacia para alcanzar, a su vez, una adecuado nivel de adaptación social (Tanzer, Shahar, & Avidan, 2013). 
  • Crecer en su capacidad de resiliencia en el tiempo y como consecuencia de la relación adecuada que se da entre la persona, su ambiente y su sistema social, incluyendo la calidad de sus relaciones interpersonales (Hee, Kyung, Reum, Boram, Young & Min, 2013).

Por otro lado, el Modelo Teórico de “Estilos de Amor” de Lee (1973) busca explicar la dinámica de las relaciones interpersonales cercanas con base al vínculo afectivo que la nutre. Como modelo teórico, su línea de pensamiento, consistente en que las relaciones interpersonales se les matiza a partir de un continuo que va del blanco al negro pasando por N tonalidades, es aplicable hasta nuestros días (Sanri & Goodwin, 2013). En otras palabras, Ojeda (2007) plantea que este Lee (1973) parte de la metáfora de los colores, especialmente en su clasificación de primarios, secundarios y terciarios, para hacer referencia a la calidad de las interacciones interpersonales. Así, es importante entender el color con el que se matiza a las relaciones cercanas a través de representaciones con los minerales y piedras preciosas, puesto que tal color puede imprimir una subjetividad a la interacción interpersonal, lo cual es notable en el dominio, estilo de interactuar, predominio en la forma de pensar o tomar decisiones, adjudicación de un valor poder de influencia. Desde esta perspectiva, las interacciones entre los miembros de una relación significativa pintan sus relaciones cercanas con determinada tonalidad de blanco, negro, gris o color humo, entre otros. 

La psicología del color materializada a través de minerales y metales

En el ámbito de la Psicología del Color se encuentra la postura científica de Heller (2004), quien a partir de un estudio realizado con 2000 estudiantes (en Alemania) describe el origen de ésta como producto de las asociaciones que las personas suelen hacer con cada uno de los colores. Sus resultados apuntan cierta coincidencia en que las asociaciones resultantes son más frecuentes para los colores primarios, seguidos para los secundarios y dispersos para el resto de la gama cromática. 

Por su parte, la antropóloga social Bruce-Mitford (1996), en un intento por darle forma al color, hizo una investigación sobre el significado asociado a algunos metales y minerales, tomando en cuenta su color. La científica asoció los metales y minerales de acuerdo a su sitio en la naturaleza: las montañas, los lagos, los mares. De tal modo, los metales y minerales son definidos como tesoros naturales porque pueden ser transformados en objetos de extraordinaria belleza. 

Apéndice

La amatista como representante del color morado

De acuerdo a la Psicología del color, el morado permite la buena relación con los demás, su identificación, la intimidad, el erotismo, la comprensión intuitiva y la sensibilidad (Lüscher, 1990). Por su parte Heller (2004) lo refiere como el color de la magia, la teología, el feminismo, los rituales religiosos, las vestimentas sacerdotales, los velos en los templos y el movimiento gay, todo esto por ser un color mixto que produce sentimientos ambivalentes, por lo que son más las personas que lo rechazan que las que lo aceptan o prefieren. El morado refleja cualidades opuestas: lo masculino y lo femenino, la sensualidad y la espiritualidad. En la antigüedad significaba poder, era visto como el púrpura, entre tonalidades de rojo en combinación con el violeta, de ahí su difícil definición. No obstante, de la asociación que se le da al violeta, partiendo de que la flor violeta es la flor de la modestia y moderación, es que este color toma la simbología de ser una especie de amuleto para evitar borracheras y es el color de la modestia, la espiritualidad, lo nomaterial y la prudencia.

La esmeralda como representante del color verde

Lüscher (1999) refiere que el verde representa la condición fisiológica de “tensión constante” que se expresa psicológicamente como la voluntad en actividad, perseverancia y tenacidad. Es una manifestación de firmeza y, sobre todo, de resistencia al cambio. Indica constancia de criterio y consciencia de sí; da suma importancia al “yo” en todas sus formas de dominio y auto-estimación, desde el momento en que se considera como un modo de incrementar la seguridad y la autoestima. La persona que escoja el verde podría estarlo asociando a su deseo de aumentar la certeza de su propio valer, sea por autoafirmación proyectándose a una imagen idealizada de sí misma o por el reconocimiento que espera de los demás como consecuencia de sus posesiones. Desea que sus propias opiniones prevalezcan, sentirse el defensor y el representante de principios básicos inmutables. Para Heller (2004) el verde es el color de la fertilidad, de la esperanza. Es un color intermedio entre lo sagrado y lo venenoso. Suele ser preferido conforme va aumentando la edad, pues refleja el estilo de vida, la conciencia medioambiental, amor a la naturaleza; también significa vida y salud, frescura, pero al mismo tiempo cierto rechazo a la tecnología, la cual invade y elimina lo natural (significa también civilización). El verde es tranquilizador porque es un color neutral que integra adecuadamente los colores que lo combinan, representa tolerancia y produce agrado. Significa juventud, pero también inmadurez; al estar asociado con la primavera, y ésta con renovación, representa esperanza.

El rubí como representante del color rojo

En cuanto a su color rojo, el rubí representa la expresión de la fuerza vital y de actividad nerviosa, significa deseo, anhelo, apetencia, búsqueda de éxito, anhelo de triunfo, experiencia plena, impulso, voluntad de vencer y todas las formas de vitalidad, incluida la transformación, la acción, el cambio, la lucha, la competencia y la aventura. Representa el presente. 

Para Heller (2004) el rojo es el color de todas las pasiones y con pasión se refiere a la intensidad del sentimiento en expresión, pues puede significar tanto amor como odio, alegría como peligro. Asimismo, al color rojo es asociado con dos elementos naturales de la vida: el fuego y la sangre, de modo que tiene un significado existencial. El rojo también puede ser visto como sangre, representando con ello sacrificio y dolor; por otro lado, visto como el fuego, simboliza calor, energía, pasión y deseo. En ese sentido, representa una fuerza tan poderosa que nada puede resistírsele. Al rojo también se le asocia con actividad, dinamismo y agresividad. En su parte vivencial o emocional, se lo asocia con la alegría, el gozo por vivir, felicidad, cercanía, extroversión .y protección. Nunca pasa desapercibido. Su presencia puede también representar lo inmoral, lo prohibido, el pecado.

El bronce como representante del color cobre

El marrón es un color un tanto acogedor, se le impregna de optimismo cuando se lo aprecia en la moda o en la decoración de interiores, viviendas y utensilios. Psicológicamente hablando, suele tener una connotación negativa, pues se le aprecia como un color pardo, feo, vulgar, corriente y de poco gusto, como el color de los pobres. Antiguamente era el color de los campesinos, los siervos, los criados y mendigos; un color opaco, sin brillo, asociado con la cualidad de sucio (Heller, 2004).

La obsidiana como representante del color negro

Lüscher (1990) refiere al negro como un color que expresa la idea de la nada y la extinción, es el “no”, es el final, renunciamiento, abandono, la última entrega. Para Heller (2004), el negro es el color del poder, la violencia, la muerte. Para esta autora, lo negro es el color favorito de los diseñadores y de la juventud; en función de su elegancia se ha convertido en una moda mundial. No obstante, también se lo asocia con: lo negativo, la negación, el final, lo último, el duelo, lo sucio, lo malo, la mala suerte. 

El zafiro como representante del color azul

El azul representa los vínculos que una persona tiene a su alrededor, la integración de la sociedad y el sentido de pertenecer a algo o a alguien. El azul significa “lealtad”. Está relacionado con la profundidad del sentimiento. Suele estar asociado con la empatía, la experiencia estética y la meditación consciente. El azul oscuro posee profundidad y plenitud, representa satisfacción, logro, dedicación, entrega, verdad, confianza y amor. 

De acuerdo a la Psicología del color, Heller (2004) refiere que el azul representa la serenidad absoluta. Su contemplación provoca un efecto tranquilizador en el sistema nervioso central. Su percepción sensorial es la dulzura, su contenido emocional es la ternura y se manifiesta orgánicamente en la piel. El cuerpo se relaja y se recupera, por lo que en la enfermedad y en el cansancio, aumenta la necesidad de dicho color (lo cual explica que se observable en muchos hospitales, las batas de médicos para quirófanos y la vestimenta de enfermeras). En su representación cromática es referido como un color que genera paz y satisfacción, dos términos que engloban el de felicidad. 

Según Lüscher (1990), cuando se escoge el azul como primera opción hay una necesidad de tranquilidad emocional, paz, armonía, felicidad; del mismo modo, puede existir necesidad fisiológica de descanso, sosiego y posibilidad de recuperarse. Aquel que prefiere el azul desea un ambiente sereno y ordenado, sin contratiempos ni trastornos. Representa verdad, confianza, amor, dedicación, entrega, dedicación y atemporalidad de lo eterno. También puede vincularse con serenidad, orden sin contrariedades, con conducta ética, honestidad y responsabilidad.

Método utilizado para el estudio

Después de haber revisado las cualidades asociadas a los colores y a las piedras preciosas, desde el marco de la Psicología del Color, se diseñó el andamiaje metodológico. El objetivo fue observar qué características, cualidades y/o atributos eran asociados por un grupo de entrevistados a cada una de las piedras y metales de interés para el presente trabajo. La intención consistió en desarrollar diversas acciones que posibiliten trabajar los conflictos provocados en las relaciones interpersonales de la vida cotidiana, ejecutándolas en forma lúdica y metafórica mediante los colores, metales y piedras preciosas.

Participantes

La muestra fue no probabilística y estuvo constituida por 50 participantes, donde el 29.3% fueron hombres y el 70.7% mujeres, con un rango de edad que iba de 19 a 50 años con una M=25.1 y DS=7.9. El 87.8% eran solteros y el 12.2% casados. Dentro de las relaciones interpersonales que reportaron como interesados trabajar en ellas fue: 28.2% en relación con la madre; el 17.9% reportó consigo mismo; el 23.1% con la pareja o novio/a; el 10.3% con el papá; el 7.7% con un amigo; el 5.1% con la hermana y el 2.6% con alguien de la familia extensa. 

Instrumento

Se diseñó un instrumento de Redes Semánticas a partir de lo trabajado por Reyes-Lagunes (1993), en el cual se presentaba una foto de cada uno de los metales y piedras preciosas propuestas por el estudio. Se les pedía a los entrevistados que describieran en sustantivos, adjetivos y palabras cada uno de los estímulos que se les presentaron. Se solicitó que completarán la frase siguiente: Al ver ___________ pienso, siento o lo asocio con: ___________ (en el primer espacio en blanco se le presentaba una foto del metal o la piedra preciosa a describir).

Procedimiento

El objetivo del presente artículo, o la intención de difundirlo, es que el lector (o jugador en este caso) cuente con opciones para tomar decisiones, actuar o trabajar conscientemente en alguna problemática por la que esté atravesando. Los datos aquí presentes, aunque suman los modelos teóricos, su fundamento es ser, más bien, una especie de material lúdico; de tal modo, jugando a darle matiz y color a sus relaciones cercanas, las personas hacen un alto y resignifican sus posibilidades, logrando de este modo un crecimiento personal. El procedimiento es el siguiente: primero, la persona debe pensar en un conflicto que desea trabajar; segundo, deberá armar el dado de 10 caras propuesto en la figura 1. Como cada una de las caras del dado se refiere a un metal, la persona deberá ubicar un número en la figura 2 y esto definirá cuántas veces debe tirarlo; en las columnas se concentran las acciones propuestas para trabajar los conflictos provocados en las relaciones interpersonales de la vida cotidiana. Las acciones propuestas integran los supuestos teóricos de: a) los fundamentos de la Psicología del Color; b) la resiliencia como capacidad para resolver y facilitar procesos de interacción social; c) las asociaciones resultantes del estudio empírico realizado con la técnica de Redes Sociales para cada piedra preciosa y metal. Por último, la persona anota el metal o la piedra preciosa que salga más frecuente y, de acuerdo a éste, serán las recomendaciones o acciones a seguir (que por piedra y color se describen en la columna 4 de las tablas 2 a la 10).

Resultados y Discusión

Las tablas disponibles en el apéndice (de la 2 a la 10) representan el orden jerárquico que quienes participaron en el estudio dieron a cada piedra preciosa y metal.

Discusión

De acuerdo al valor, cercanía y significancia que tenga una relación cercana para nuestro vivir cotidiano será la necesidad de resolver la mínima diferencia que surja en ella. De ahí que hay autores que hablan de relaciones tóxicas o nutritivas (González-Vera, 2005). No obstante, las relaciones cercanas y significativas son aquellas que nos hacen crecer como relación, pues una relación positiva se acompaña de emociones positivas y sensaciones de satisfacción hacia la vida (Ojeda, 2003). Una manera de dimensionar todo lo que se puede hacer para afrontar diferencias y dificultades con los demás se conoce como resiliencia (Richardson, 2002). 

Así, tomando en cuenta las asociaciones ofrecidas por la teoría del color, en concordancia con las reportadas por los participantes de este estudio para cada piedra o metal y su color, se obtuvieron estrategias que pueden ponerse en práctica. Entre las estrategias de acción se encuentran: 

  1. los estilos de afrontamiento para responder al proceso de la vida (Jaramillo-Vélez, et al., 2005); 
  2. los aprendizajes que nos llevan a buscar nutrir nuestras relaciones cercanas (Hawley, 2000);
  3. las habilidades cognoscitivas de pensamiento para fomentar el desarrollo emocional con quienes nos rodean (Masten, et al. 2001);
  4. el enriquecimiento de las habilidades sociales necesarias para construir relaciones maduras, de intercambio, tales como dar y recibir (Howard & Jhonson, 2001);
  5. tomar decisiones aquí y ahora (Nurmi, 1987),
  6. encontrarle un sentido al estrés relacional (Wagnild & Young, 1993);
  7. incrementar nuestra capacidad de auto-mejora (Wolin & Wolin, 1993);
  8. favorecer el trabajo pro-activo hacia el cumplimiento de metas internas (LaFromboise, et al., 2006; Peters, et al., 2005).
  9. solucionar conflictos interpersonales (Hatchett & Park, 2007). Todo esto con la finalidad de construir conscientemente relaciones saludables, de crecimiento y adaptadas interpersonalmente (Tanzer, 2013). Cada piedra por color hace énfasis en una dimensión estratégica.

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