ISSN: 2594-2751
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Desarrollo de habilidades psicosociales en el ejercicio parental

Belem Medina Pacheco, María Inés Gómez del Campo del Paso & Cristina Villaseñor Rodríguez

ABSTRACT

Las habilidades psicosociales contribuyen a que la persona enfrente de una manera más exitosa los desafíos de la vida cotidiana. Por tal motivo, se considera necesario que las madres y padres cuenten con espacios de reflexión y acompañamiento emocional para desarrollarlas y de esta forma realizar tanto sus actividades, como sus relaciones interpersonales, con la finalidad de autogenerarse un mayor bienestar. El objetivo general de este texto es describir la influencia del desarrollo de habilidades psicosociales, en el ejercicio de la parentalidad. Se utilizó una metodología cualitativa y se aplicaron 60 entrevistas a profundidad a padres y madres de familia de clase media de Morelia, Michoacán, México. Los hallazgos destacan: a) el significado de ser padres, b) la importancia de la comunicación como habilidad social c) el impacto de las amenazas que tienen los padres en el ejercicio de su rol; d) el efecto del estrés en la relación padre/madre e hijo/hija, e) la solución de problemas y conflictos como una habilidad social y f) la falta de límites como principal problemática en la relación con sus hijos. Es importante que los padres/madres desarrollen las habilidades sociales requeridas para ejercer su rol, y poder vivirlo con menos estrés y más satisfacción.

Palabras clave: Habilidades Psicosociales, Parentalidad, Conductas parentales.

Introducción

La familia mexicana históricamente ha ido cambiando en cuanto a sus formas de crianza y educación a los hijos, asimismo, la sociedad se ha complejizado en sus formas de interacción y convivencia, de ahí la importancia de que las propias familias desarrollen herramientas o competencias apropiadas para la crianza y educación de sus hijos (Acevedo, 2015). Los padres mexicanos enfrentan hoy día nuevos desafíos en cuestión de las formas de crianza y educación infantil, para esto, se considera de gran importancia el desarrollo de habilidades psicosociales, ya que éstas aportan un mayor éxito en el ejercicio de la parentalidad.

La presente investigación aborda la importancia de las habilidades psicosociales para un ejercicio parental más saludable y satisfactorio. El ejercicio parental se refiere a las conductas que tienen el fin de criar, proporcionar el cuidado físico y socializar con los niños. Implica la satisfacción de las necesidades acorde con los cambios en el desarrollo de los hijos e hijas, así como también, con las demandas cambiantes del ciclo vital de las familias y del contexto social (González y otros, 2014).

La parentalidad son todas aquellas conductas de crianza y cuidado que un padre/madre le proporciona a su hijo/a. El comportamiento de los padres que involucra la atención, el desarrollo de sus capacidades, el ejercicio de la no violencia, ofreciendo el reconocimiento y la orientación necesaria, sin dejar de incluir el establecimiento de los límites que permitan el pleno desarrollo del niño y el adolescente (Rodríguez y otros, 2019). Una parentalidad adecuada garantizará el bienestar, la salud y el desarrollo sano, ya que contarán con más oportunidades para desarrollarse sanamente. El ejercicio de la parentalidad implica la satisfacción de las necesidades de las hijas e hijos, considerando los cambios en su desarrollo y en el ciclo vital de la familia, así como el contexto social en el que la familia se encuentra (Cebotarev, 2014).

Como preámbulo para el entendimiento de las habilidades psicosociales, Del Real (2016) a partir de los trabajos de Contini de González (2010), Coronel (2011), Saiz, Prieto, Gutiérrez y Gil (2016), Seijo, Novo, y Mohamed (2012), explica que las habilidades psicosociales son un conjunto de conductas que permiten al sujeto desarrollarse en un contexto individualizado o interpersonal, expresándose de un modo adecuado con la situación y contexto. El término habilidades implica un conjunto de conductas aprendidas y lo social, aporta lo impersonal (Flores, García, Calsina y Yapuchura 2016).

Por su parte, Isaza, Valencia y Henao (2010) las definen como habilidades interpersonales, las cuales son “las capacidades o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea interpersonal” dichas destrezas deben ser adquiridas del repertorio comportamental establecido en su medio social (p. 1056). Entonces, por habilidades sociales se entiende el conjunto de conductas, tal y como expresar sentimientos, actitudes, deseos, opiniones, emitidas por una persona, dependiendo siempre del contexto y la situación y que ayudan a resolver las dificultades de la vida cotidiana. 

Para Gutiérrez y Expósito (2015), las habilidades psicosociales consisten en “un conjunto de hábitos en nuestras conductas que nos proporcionan relaciones interpersonales satisfactorias” (p. 44). Aunado a lo anterior, las habilidades sociales pueden ser entendidas como el conjunto de destrezas adquiridas, necesarias para la realización de tareas interpersonales e interacción con el medio y el entorno de manera satisfactoria, variando dichas destrezas dependiendo de las exigencias y características de la sociedad en la que se desenvuelve el individuo. 

Del Real (2016) realizó una investigación titulada Influencia de la familia en el desarrollo de las habilidades socioemocionales de los niños de educación primaria: la familia como recurso preventivo de la violencia de escolares y conflictos escolares, cuyo objetivo fue determinar la influencia de la familia en el desarrollo de las habilidades socio-emocionales de los niños desde cuatro de sus ámbitos: estructura familiar, tipo de familia según sus relaciones intrafamiliares, percepción de los niños del entorno familiar y los estilos educativos parentales. Los resultados de esta investigación arrojaron que los ámbitos que más influyen son las relaciones intrafamiliares y los estilos educativos. La percepción familiar también es uno de los principales determinantes, ya que está condicionada por los dos primeros. La estructura familiar en cambio no resulta tan influyente como el resto.

Jorge y González (2017) tuvieron por objetivo analizar las perspectivas actuales en el estudio de los estilos parentales de crianza y las variables relacionadas a estos. Los resultados fueron las categorías identificadas, analizadas y teorizadas, como: abordajes en el estudio de los estilos parentales, categorías de los estilos de crianza, estilos de crianza y tipos de familias, estilos de crianza y relaciones con otras variables, y perspectivas en el estudio de los estilos educativos parentales. Esta investigación es relevante, ya que, aunado al presente tema, habla de la parentalidad y los estilos de crianza, mismos que permiten tener una noción más amplia de esta materia en la actualidad y su importancia.

Es importante señalar que hay investigaciones que, de una forma u otra, hablan de las habilidades psicosociales como comportamientos, habilidades o destrezas adquiridas, es decir, no se tratan de un rasgo de la persona, sino que se aprenden, trabajan y desarrollan, se adquieren a través de la interacción con el medio y con los otros. Asimismo, hay otras que relacionan las habilidades sociales con la parentalidad en el ámbito educativo; es decir, las investigaciones profundizan más en la influencia de que los padres tengan desarrolladas dichas habilidades, que en el desempeño académico del niño.

La familia es el primer espacio en el cual los seres humanos se desarrollan, especialmente por su enorme potencial en relación con la formación de las personas. En ella, padres y madres deben desarrollar las habilidades psicosociales necesarias que los lleven a ejercer adecuadamente su tarea educativa.

La familia es el contexto de crianza más importante en los primeros años de existencia, donde niños y niñas adquieren las primeras habilidades, hábitos y conductas necesarias para la vida. Los adultos significativos que acompañan el proceso de crecimiento y desarrollo de niños y niñas juegan un papel importante. Siguiendo esa línea, la familia ha sido considerada, en diversos estudios, como uno de los factores contribuyentes potenciales más importantes del contexto social a lo largo de todo el ciclo vital humano (Sanders y Morawska, citados por Vargas y Arán, 2014). 

Cuando los padres tienen el hábito de ofrecer manifestaciones de cortesía, respeto, comprensión, cooperación y solidaridad hacia las personas con quienes conviven, es más probable que sus hijos imiten o repitan estos comportamientos. De igual manera pasa con las habilidades psicosociales en la práctica parental; es importante que los padres de familia las conozcan y las desarrollen, para que logren un mayor éxito en su ejercicio parental y para que también los hijos las tomen como conductas aprendidas. 

Poner en práctica conductas asertivas en las relaciones interpersonales, podrá ser de ayuda a los padres de familia para fortalecer su vínculo con sus hijos y resignificar su quehacer parental. Asimismo, este tema es de gran relevancia ya que en México existe una escasa información sobre la parentalidad responsable y un medio hacia la misma, por lo que la presente investigación propone como un medio para el ejercicio parental exitoso, un adecuado desarrollo y manejo de las habilidades psicosociales.

Metodología

Se optó por una investigación cualitativa ya que se centra en la experiencia de vida del individuo y en el significado subjetivo de sus manifestaciones (Vasilachis, 2006) y se busca reflexionar sobre la perspectiva del sujeto estudiado. De igual manera, fue realizada a través del método fenomenológico. Díaz y Bringas (2016) definen la fenomenología como una ciencia de fenómenos puros orientada a formular el problema del conocimiento y asegurar con rigor la posibilidad de este. Explica las vivencias de los participantes a partir de sus expresiones que abarcan su conciencia.

Para la presente investigación se utilizó como técnica de recolección de información la entrevista a profundidad y se realizó un análisis del discurso a partir de categorías surgidas de las propias entrevistas. La investigación se realizó en la ciudad de Morelia, Michoacán, durante los años de 2018 y 2019. 

Las entrevistas se transcribieron y se analizaron a partir de la metodología de Wetherel y Potter (1996) para identificar los repertorios interpretativos, en los cuales se buscan identificar las perspectivas variadas del mundo social (acciones, ideas, sentimientos, creencias) de los hablantes a través de sus discursos. Posteriormente, el análisis se realizó a través de un proceso de categorización de acuerdo con Rodríguez, Gil y García (1999), el cual consiste en la formación de un sistema cerrado de categorías que implica la presencia de núcleos conceptuales, establecidos e identificados en torno a los cuales se agrupo la información. 
La población estuvo conformada por 60 padres de familia (30 papás y 30 mamás), de entre 21 y 59 años. 58 de ellos están casados, 1 está separado y 1 vive en unión libre. La mayoría de ellos tiene entre 1 y 6 hijos, siendo una media de 3 hijos. Los participantes se captaron por muestreo por conveniencia a partir de sujetos voluntarios, con criterios previamente establecidos (Hernández, Fernández y Baptista, 2008)

Los criterios de inclusión fueron los siguientes: Padres y madres de familia con hijos en edad escolar, con un nivel de estudios medio o superior, así como nivel socioeconómico medio, y que estuviesen radicando en la ciudad de Morelia. Por cuestiones éticas y de confidencialidad, los participantes solo se identifican a través de números que están antecedidos de la letra P, que es igual a participante.

Resultados y Discusión

Se denomina habilidades psicosociales a las capacidades que tiene la persona de enfrentar la vida y/o sus relaciones de una manera más eficaz y exitosa. Las habilidades psicosociales elegidas para esta investigación fueron: comunicación efectiva, manejo del estrés, manejo de problemas y conflictos, empatía y manejo de emociones y sentimientos. 

Los resultados se obtuvieron en base al estudio de los discursos de los participantes de las entrevistas a profundidad y se organizaron en seis categorías de análisis, que dan cuenta de los sentimientos y experiencias que los participantes expresaron respecto a la relación existente entre el ejercicio de su rol parental y las habilidades psicosociales; estas categorías son: I) el significado de la parentalidad; II) importancia de la comunicación como una habilidad psicosocial en la parentalidad; III) impacto de las amenazas que tienen los padres en el ejercicio de parental; IV) efecto del estrés en la parentalidad; V) solución de problemas y conflictos como una habilidad psicosocial en la parentalidad; y VI) falta de límites a los hijos en el ejercicio parental.

Categoría I. El significado de la parentalidad

Dentro de esta categoría se plasma el significado que le dan los participantes a la parentalidad, es decir, su percepción de ser padre/madre. La paternidad y maternidad son los pasos fundamentales del tránsito de la juventud a la adultez, uno de los desafíos que se debe superar. Ser padre es una experiencia que cambia al ser humano, pues transforma sus vínculos y la relación que establece con su mundo social. Tal y como lo menciona la siguiente participante en su discurso: P4: “Significa cambios, tanto buenos como… no malos, pero sí muy difíciles”.

Rodrigo y Palacios, citados por Torres, Garrido, Reyes, y Ortega (2008), apuntan que ser padre o madre significa poner en marcha un proyecto educativo significativo e introducirse en una intensa relación personal y emocional con los hijos. Estos autores señalan que, a su parecer, las funciones básicas que la familia cumple en relación con los hijos son las siguientes: a) legitimar su supervivencia y promover su crecimiento y socialización; b) proporcionar un clima de afecto y apoyo para su desarrollo; c) brindar la estimulación necesaria para que sean capaces de relacionarse competentemente, y d) decidir con respecto a la apertura de otros contextos educativos que coadyuven a su educación.

Asimismo, se analizó en las entrevistas que la característica que se identifica principalmente en este apartado es que los participantes perciben el significado de ser padres como un sistema de cambios, del cual tanto enseñan como aprenden. También lo asumen como el cumplimiento de una etapa importante de desarrollo y es importante mencionar que, para algunos de ellos, el significado de su parentalidad radica en responsabilidades tanto de atender y criar, como dar amor, protección y cuidado. Aunado a esto, el siguiente participante menciona: P2: “Para mí significa ir cumpliendo las etapas de la vida; es decir, es parte del desarrollo humano”.

De acuerdo con Velázquez, Garrido, Reyes y Ortega (2008), la responsabilidad en la parentalidad es el deber de los padres de responder por las consecuencias que genere su comportamiento en el proceso de desarrollo de sus hijos. Se ha adjudicado a los hombres la responsabilidad principal de trabajar para la manutención económica de la familia y a la mujer las funciones de educación y formación de aquellos. A continuación, la participante menciona al respecto: P1: “Significa una gran responsabilidad que abarca todo, como darle amor, educación, y todo lo necesario para mis hijos”.

Para concluir esta categoría es importante mencionar que la responsabilidad es una parte importante que los participantes describen, pues ya no solamente intentan sobrevivir para ellos, sino, ahora también para sus hijos; lo cual, lo mencionan como un significado importante en su sentido de vida.

Categoría II. La importancia de la comunicación como una habilidad psicosocial en la parentalidad

Oudhof, Rodríguez y Robles (2014) han demostrado en los datos de diversos estudios que los hijos de padres que promueven la autonomía y la capacidad de influencia en la toma de decisiones durante la adolescencia tienden a ser más individualizados y tener mejores niveles de ajuste y competencia social. Esto implica que es esencial una buena comunicación entre padres e hijos, sin dejar al lado el control, pero éste no debe ser establecido de manera unilateral. Asimismo, el siguiente participante menciona al respecto: P42: “Yo considero que la comunicación no está del todo mal con mis hijos y creo que empieza desde la pareja, pues cuando los hijos vean que como pareja nos comunicamos de una manera adecuada, es más fácil que ellos aprendan de ello, sin embargo, yo como papá no me considero muy asertivo, sobre todo cuando las emociones me están dominando”.

Las habilidades sociales y de comunicación interpersonal involucran las interacciones entre las personas y entre sí mismos, entre las personas y grupos; lo que se busca, entonces, es que la persona maneje correctamente estos aspectos, conductual, personal y situacionalmente; además de considerar los aspectos verbales, no verbales y cognitivos, todos importantes para el desarrollo integral de su personalidad (Flores, García, Calsina y Yapuchura, 2016).

El tema central de esta categoría muestra que promover una comunicación asertiva mejora la calidad de la relación padre-madre/hijo-hija. Los participantes exponen su intención de que esta habilidad sea una de las principales herramientas para que sus hijos puedan tener confianza en ellos, aunque mencionan también que es muy difícil, sobre todo cuando sus hijos están en la adolescencia. Sin embargo, la mayoría de los participantes menciona no saber con exactitud y se les dificulta ser asertivos. Aunado a lo descrito, el participante P3 añade en su discurso lo siguiente: “Considero que mi comunicación no es la mejor, pero lo intento, me he dado cuenta que cuando mis hijos entran a la adolescencia, ya no es lo mismo, se alejan de los padres y se pierde un poco la buena comunicación, la barrera como papá, es que a esa edad, me cuesta trabajo acercarme a ellos, tengo la sensación de que los invado. Por lo tanto, se me complica llevar a cabo una comunicación más asertiva cuando son adolescentes”.

La importancia de una comunicación efectiva genera hijos más seguros al momento de expresar sus ideas. Asimismo, promueve respeto hacia las ideas de expresión de los demás fomentando la escucha activa y el diálogo.

Categoría III. Impacto de las amenazas que tienen los padres en el ejercicio de parental

Esta categoría refiere las amenazas internas que impiden un ejercicio parental saludable, algunas de estas pueden estar influenciadas por el control, el mal manejo de las emociones, el estrés, una crisis de pareja, entre otros. Aunado a esto, la participante siguiente añade: P53: “Considero como amenaza a mis defectos, uno de ellos es la obsesión por la limpieza, pues eso me trae problemas de comunicación con mis hijos, estrés y que me la pase enojada todo el tiempo cuando las cosas no están en su lugar y, asimismo, la sobre exigencia hacia ellos”.

Acevedo, De León y Delgadillo (2018) exponen que una amenaza de la capacidad parental es la necesidad de control sobre la conducta infantil. Acerca de lo anterior, el participante P53 menciona: “Las amenazas como papá son las exigencias sobre mis hijos de tener buenas calificaciones a pesar de que sé que no está del todo bien, sin embargo, lo sigo haciendo, es una de mis debilidades”.

Algunas amenazas los participantes las describieron como sus debilidades, una de las más mencionadas son el estrés por distintas causas, la pérdida de control a causa de la misma problemática, la ausencia por trabajo, entre otras. Para ellos, estas amenazas impiden llevar a cabo una adecuada parentalidad y en ocasiones son inevitables y lo llaman parte de la vida, sin embargo, si existe un interés en esforzarse como padres para tener un mayor éxito en su rol.

En modo de conclusión de esta categoría y como introducción a la siguiente, cabe mencionar que el estrés es un tema bastante profundo y típico de la vida humana, es por lo que se decidió darle un apartado especial en una categoría, en la cual, se mencionan las causas y consecuencias del estrés en la parentalidad.

Categoría IV. Efecto del estrés en la parentalidad

Tal como se ha señalado, la calidad de la parentalidad es un factor que contribuye de manera significativa en el desarrollo de os hijos e hijas. Para que las necesidades de los hijos e hijas sean adecuadamente satisfechas, es necesario que cuenten con madres y padres capaces de brindarle las atenciones y cuidados necesarios para su óptimo desarrollo (Vargas y Arán, 2014).

Cuando los padres se sienten bien, se comportan de tal manera con sus hijos ya que están en armonía. Sin embargo, cuando los padres se sienten mal, es decir, frustrados, preocupados, o incluso enojados, lo transmiten a sus hijos, lo cual genera un distanciamiento en la relación familiar. El estrés forma parte fundamental de este comportamiento en los padres. A continuación, un ejemplo de un discurso: P36: “Todo está perfectamente bien si en mi trabajo está bien, es decir, suelo llevarme el estrés del trabajo a mi casa, con mi esposo e hijos, y es algo a veces inevitable”.

Por otro lado, el hecho de que los padres puedan ser conscientes de qué es lo que les pasa a nivel emocional, cuando sus hijos no son como ellos quieren que sean, es parte de su propia responsabilidad. Cuando los padres no pueden controlar sus propias emociones debido a su estrés, suelen comenzar a querer controlar las emociones de sus hijos. El pensamiento central de los participantes en esta categoría es que, en ocasiones, controlan las emociones de sus hijos por “su propio bien”, sin darse cuenta cómo sus propias experiencias infantiles repercuten en la manera de tratarlos, es decir, en las entrevistas los padres de familia pudieron reconocer que, en momentos de estrés, se desquitan con sus hijos y los tratan como sus padres los trataban a ellos, aunque esto les causaba dolor en su niñez. Al respecto, el participante P60, añade: “Me pasa que quiero que a mi niño le guste el futbol y quiero forzarlo a que lo practique, de esa manera estará más sano y considero que es por su bien”.

De acuerdo con Yvonne Laborda (2018), la sociedad actual es un vivo reflejo de cómo nos fue de niños. Es de gran urgencia el empezar a ejercer la parentalidad desde otro lugar sin tantos gritos, sin tantas órdenes y sin tener que recurrir al autoritarismo. Se debe priorizar las relaciones amorosas y pacificas sin tanto uso de poder. Anteponer la relación nos unirá y fortalecerá. El amor incondicional es lo que todo ser humano necesita para poder llegar a ser quien ha venido a ser. Dar lo que no tuvimos duele y hacer las cosas de un modo distinto al de la mayoría cuesta, pero es posible a través de la propia reflexión personal.

Si bien el estrés es una constante en la vida actual, si no se maneja adecuadamente, las personas, en este caso los padres, pueden “explotar” con los hijos aun cuando estos no sean los causantes directos de la situación. Esta explosión es una manera metafórica de referirse cuando se llega al límite del estrés, originado normalmente por una emoción o sentimiento y éstos se expresan de manera inadecuada. En ocasiones, los padres, al no saber canalizar su estrés, se desquitan con sus hijos u otras personas, como si tal desquite posibilitara trasladar la “carga” experimentada de una persona a otra (Vergara, Sepúlveda y Chávez, 2018). En ese sentido, el participante P33 expresa: “Cuando me presiono económicamente, suelo desquitarme con mis niños”.

Para concluir esta categoría, es importante destacar que, para los participantes, el estrés es uno de los temas principales que les impide llevar a cabo una parentalidad adecuada, sin embargo, no lo consideran como justificación, pues es parte de ser padres y humanos. Algunas de las situaciones que provocan estrés a los padres es la economía, pues hay etapas en las que es complicado tener una estabilidad para brindarles una buena calidad de vida a sus hijos; otro de los factores que les provocan estrés es el tema actual de la inseguridad en México, pues repercute en querer sobreprotegerlos, lo cual, les impide acercarse a ellos de manera más sana. El estrés se presenta también cuando las cosas se salen de control, mencionan algunos padres de familia, como, por ejemplo; en el trabajo, en la relación de pareja, en las relaciones interpersonales, por mencionar algunos.

Categoría V. Solución de problemas y conflictos como una habilidad psicosocial en la parentalidad

Los problemas y conflictos forman parte de la vida cotidiana en cualquier relación humana. Se puede tener diferencias con un amigo, con un compañero de trabajo o discusiones con los hijos. Un conflicto se produce de muchas maneras, con distinta intensidad y en todos los niveles del comportamiento. Se origina en situaciones propias de la convivencia y de las relaciones humanas, y por ello se ha afirmado que el conflicto es connatural a la vida misma. Aunado a lo anterior, el participante P40 explica: “De repente como ser humano es difícil saber con exactitud si hay una manera de resolver un conflicto y yo me voy por lo que sé en ese momento y por mi impulso, algunas veces resulta, otras no. Sin embargo, aprendo como padre”.

Siguiendo la idea de que el conflicto forma parte inevitable de la convivencia, imaginar una familia en la que no existan conflictos, no es posible ni deseable, puesto que bien gestionado, el conflicto permite crecer y desarrollar nuevas y mejores maneras de relacionarnos. De todos los conflictos sociales, los conflictos familiares son los más habituales y los que suelen provocar mayor dolor, ya que sus integrantes sufren no sólo por ellos mismos, sino por las personas a las que quieren (García, Bolaños, Garrigós, Gómez, Hierro y Tejedor, 2016). Por su parte, el participante P5 añade: “Es normal que haya conflictos, sin embargo para mí, se deben tratar con la cabeza fría, es decir, tratar de analizarlos antes de dar una solución”.

Conforme a lo anterior citado, en todas las familias, los conflictos están presentes, sin embargo, lo que importa, es saber solucionarlos de una manera adecuada. Para solucionar problemas y conflictos con sus hijos, los participantes intentan respetar los puntos de vista y promueven la comunicación, y cuando se pelean entre hermanos, fungen como mediadores del problema hasta que promueven la solución. 

Es importante procurar que los problemas y conflictos se solucionen abriendo el diálogo y promoviendo la comunicación, misma que es elemental para cualquier relación. Para los participantes es un tema importante, el cual les ayudó a reflexionar sobre su manera común de resolverlos y mencionan que promueven en su familia la manera adecuada de solucionarlos. En efecto, cuando surge un conflicto con la pareja, los padres o hijos, no apetece hablar con ellos, por lo que la comunicación se interrumpe, las actitudes tienden a polarizarse y se sienten heridos. Por ello, no es de extrañar que se tema a las expresiones del conflicto, y que esto suponga rechazar el conflicto mismo.

Sin embargo, si se recuerda algún conflicto del pasado, quizás se descubra la capacidad de gestionarlo de manera adecuada y que ello permitió conocernos mejor a nosotros mismos y establecer relaciones más positivas con las demás personas. Convivir no es fácil, ni siquiera en las familias. Estas crecen a medida que crecemos las personas que las formamos, y se desarrollan como nos desarrollamos nosotros, y se tambalean cuando nosotros nos tambaleamos. Crecer, desarrollarse, entrar en crisis, resurgir… son ingredientes del cambio. El crecimiento es cambio, y éste no se produce sin diferencias, sin tensiones, sin crisis. Las personas y las familias a las que pertenecemos avanzamos sorteando obstáculos, tropezando, bordeando el abismo a veces, y salimos adelante, si podemos. A veces juntos, a veces separados, a veces unos en contra de otros, pero casi siempre salimos. El cambio es inevitable (García, Bolaños, Garrigós, Gómez, Hierro y Tejedor, 2016).

Categoría VI. Falta de límites a los hijos en el ejercicio parental

Como introducción a esta categoría, se define lo que conocemos como límite. Un límite quiere decir hasta dónde podemos llegar. En el caso de la educación, los límites señalan hasta dónde puede llegar una persona en su comportamiento.

Cuando los padres utilizan un estilo de crianza permisivo y sin límites, el apoyo es alto y el control es bajo. Es un estilo libre que permite a los hijos regular sus propias actividades con poca interferencia de los padres, debido a que no imponen reglas, solo las enuncian sin consecuencias por su transgresión, situación que permite su fluctuación y transformación constante (García, Rivera y Reyes, 2014). Siguiendo a los mismos autores, estos padres son llamados indulgentes o no directivos, pues evitan la confrontación y es común que cedan a las demandas de sus hijos, quienes tienen mayores probabilidades de presentar problemas académicos y de conducta. Aunado a esto, la participante P12, explica: “Para mí es muy difícil poner límites, ya que desconozco hasta donde lo hago bien y hasta dónde estoy siendo violenta, no distingo la línea y soy de las madres que para no meterse en problemas, no los pongo”.

Siguiendo a García, Rivera y Reyes (2014), los padres no directivos muestran muy poco o ningún compromiso con su rol, ya que no ponen límites a sus hijos porque se carece de interés en hacerlo, son pocas las respuestas afectivas o de control conductual en situaciones diarias y/o en aquellas en que críticamente se requieren. Son padres que puntúan bajo en las dimensiones de exigencia y afectividad; en casos extremos, explícitamente rechazan a sus hijos. Esta falta de límites y reglas es una problemática en la actualidad y de  los participantes, pues en las entrevistas mencionaron tener problemas con los límites. Existe una clara confusión entre el ser violentos y poner límites. Algunos de los padres entrevistados mencionan querer cortar con el patrón agresivo con el que ellos fueron educados por sus propios padres; otros a su vez, mencionan que la violencia tanto física como psicológica está prohibida y temen a una represalia legal. No obstante, es un tema que, en la mayoría de los casos, pierden la autoridad hacia sus hijos. Otros de los participantes exponen su temor hacia “perder el control” (enojarse), al momento de ponerles límites y prefieren evitar el conflicto.

Los límites son un tema de gran importancia en el ejercicio de la parentalidad, ya que al establecerlos se les dice a los hijos que sus padres se preocupan por ellos, es enseñarles cómo funciona el mundo que los rodea y, sobre todo, es una manera de expresar amor y respeto hacia ellos. Al respecto, el participante P15, menciona: “Es difícil poner límites cuando uno de los papás no está de acuerdo, considero que primero debe haber una comunicación y acuerdos en la pareja, los dos estamos involucrados y no solo uno. A mí me pasa eso con mi esposa, de repente no está de acuerdo en los límites que pongo a mis hijos, pues ella es muy permisiva”.

Es preciso remarcar que, si en la familia se marcan límites adecuadamente, se les está enseñando a los pequeños una manera de convivir adecuadamente con otras personas y sobre todo que ellos también pueden ponerles límites a los demás, lo cual les será de mucha utilidad cuando sean adultos. Desde la perspectiva de la educación positiva, la labor de poner límites está basada en una filosofía en la cual los adultos tratan de crear un ambiente propicio para que los menores se desarrollen. Cada hijo es considerado un individuo con necesidades específicas que van a variar según sus características personales y la etapa de desarrollo en la que se encuentre.

Finalmente, es importante entender que el poner límites a los hijos no es caer en un sistema rigidizado, ya que, por otra parte, esto generaría en el hijo miedo e inseguridad. Algunos de los pasos para poner límites sugeridos por Verduzco y Murow (2017) son: 1. Conocer el tipo de autoridad que se ejerce. 2. Conocer las características y necesidades de los hijos según su etapa de desarrollo. 3. Definir objetivos precisos basados en valores claros. 4. Proporcionar un ambiente adecuado. 5. Formar hábitos. 6. Enseñar habilidades psico-sociales a los hijos. 7. Establecer los límites. 8. Aplicar consecuencias en caso necesario (en especial cuando los adultos establecieron límites firmes). De esta manera, habrá un equilibrio en el ambiente familiar y la relación padre-hijo estará más clara.

Conclusiones

La actitud hacia la vida que tengan los padres va a marcar la diferencia en la manera como los hijos se van a sentir y también la manera en la que van a enfrentar las dificultades de la vida cotidiana. Si se lleva a cabo una parentalidad asertiva, los hijos pueden aprender a ser responsables de sus acciones, asumir las consecuencias de lo que hacen y comprender que todas las personas cometen errores, pero que generalmente hay maneras de remediarlos y de aprender de ellos. Esto les da seguridad y una actitud positiva ante la vida. Es así como los niños aprenden en su familia a tener una actitud positiva o negativa ante la vida (Verduzco y Murow, 2017).

Si se brindan espacios adecuados para que los padres de familia tengan la oportunidad de desarrollar las habilidades psico-sociales que se consideran necesarias para una exitosa relación con sus hijos, habría más información acerca de cómo hacerlo. Es importante que los padres tengan un espacio individual para aprender a llevar a cabo un mejor manejo de sus emociones y sentimientos, asimismo, conozcan las herramientas que les facilitarían su rol, tales como, aprender a comunicarse de una manera más asertiva, o establecer límites adecuados a sus hijos, etcétera. Todo esto con el propósito de resignificar su papel en la sociedad y la responsabilidad que conlleva el ser padre, con la finalidad de que haya una mayor conciencia sobre lo que esto implica, tanto para ellos como para sus hijos y el medio social.

Muchas veces, los padres de familia no saben cómo resolver conflictos porque no cuentan con las habilidades para buscar y encontrar las soluciones adecuadas. Para esto es necesario conocer con qué habilidades se cuenta y con cuáles no. Es por lo descrito, que se considera que el objetivo de este trabajo, es poder contribuir a una profunda reflexión en los padres mexicanos con problemáticas similares a las de los participantes que formaron parte de la muestra, asimismo, contribuir al bienestar de las familias.

Rodrigo, Márquez, Martín y Byrne (2008) remarcan la importancia de considerar las competencias parentales como concepto aglutinador que integra tanto la capacidad de las personas para ofrecer y gestionar respuestas (afecto, cognición, comunicación y comportamiento) como para actuar de forma flexible y adaptativa ante las exigencias que les van planteando sus quehaceres educativos familiares, al tiempo que construyen estrategias para optimizar las potencialidades del contexto y aprovechan las oportunidades que se les brindan. En tal sentido, las competencias parentales (CP), se han situado como una alternativa saludable y eficaz para generar contextos de mayor armonía, entendiéndolas como la adquisición y continua evolución de conocimientos, actitudes y destrezas para conducir el comportamiento parental, a través de diversas situaciones de la vida familiar, la crianza y en las distintas dimensiones y necesidades, como físicas, cognitivas, comunicativas, socio-emocionales, y del desarrollo del menor, con la finalidad última de garantizar su bienestar y el ejercicio pleno de sus derechos humanos (Gómez y Muñoz, 2015). 

Finalmente, las competencias parentales tienen que ver con las conductas que conducen a una práctica parental saludable. Asimismo, algunas de estas, se pueden describir como las habilidades psico-sociales que producen la capacidad de una crianza exitosa.

REFERENCIAS

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