ABSTRACT
Lograr envejecer satisfactoriamente es un anhelo de los científicos sociales que exploran las vías para mantener la calidad de vida en este grupo poblacional. En este empeño, abordamos el bienestar subjetivo como dimensión de la calidad de vida para realizar un estudio de casos en Granma, Cuba con el objetivo de comprender los significados que utilizan las adultas mayores con cáncer de mama en la configuración de su bienestar subjetivo. Los datos recogidos con el Índice de Bienestar Subjetivo – JAB, la Escala de Autovaloración Dembo Rubinstein, el Test de Completar Frases, la Entrevista Semiestructurada y la Observación evidencian que las adultas mayores trascienden los roles asignados, mostrando una nueva imagen de la adultez mayor al emplear significados personales, familiares y sociales para configurar su bienestar, que se mantiene en niveles altos y medios a pesar de la condición de salud, con predominio de procesos afectivos positivos.
Palabras claves: Bienestar subjetivo, calidad de vida, satisfacción, adultas mayores, cáncer.
El envejecimiento poblacional en el mundo comienza a percibirse con mayor fuerza a finales del siglo pasado, con el cambio en la estructura por edad de los países. Este se sustenta generalmente, en la transición epidemiológica y demográfica que enfrentan las diversas regiones del mundo, que han contribuido al incremento de la esperanza de vida, la disminución de la natalidad y la fecundidad, con el consecuente desplazamiento de la población hacia los grupos de edades mayores. Según un informe de la OMS “la proporción de habitantes mayores de 60 años se triplicará en medio siglo y los octogenarios y nonagenarios aumentarán hasta alcanzar los 395 millones entre el año 2050” (OMS, 2013, p. 1-3)
El proceso se produce a diferentes ritmos, y es más rápido en los países de bajo y mediano desarrollo, cuyas poblaciones se duplicarán en menos de 25 años. Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, una de las regiones más envejecidas, se pronostica un incremento del 407.0% de los ancianos respecto al año 1950, llegando al 25% de la población total en el 2025, lo que evidencia un proceso de envejecimiento brusco y en ascenso (OPS, 2002, p. 1-5 y Bayarre, 2003, p. 1-10).
Esta situación, tiene importantes implicaciones que se extienden a toda la sociedad, pero en particular a las esferas económica, política y social, pues su enfrentamiento ejerce una marcada presión sobre los presupuestos gubernamentales. En la esfera económica, las transformaciones demográficas generan el envejecimiento de las estructuras económicas de los países. Se estima que hacia el año 2040 habrá 73 economías envejecidas1 en el mundo, entre ellas las de Brasil, Uruguay, Chile, Costa Rica y Cuba (CEPAL, 2013, pp. 1-25).
Cuba, según los pronósticos, será el país más envejecido de América Latina y el Caribe (ONEI, 2011). Ya en estos momentos presenta una vejez demográfica y económica, pues los adultos mayores alcanzan la cifra de 18.14% de la población total, mientras que entre 0 y 14 años solo existe el 11.61% de la población, no lográndose garantizar el remplazo.
En la esfera política, el incremento acelerado de la población envejecida, eleva la preocupación del gobierno por los retos sin precedentes que impone, resultando pertinente trazar políticas que permitan crear las condiciones para mantener los niveles de seguridad social, económica y una oferta de servicios, con énfasis en la salud, que garanticen una adecuada calidad de vida en la vejez (CEPAL, 2013, p. 1-25). En este sentido cabe destacar que la situación que se manifiesta en el país desde hace más de dos décadas es tal, que se supone que para el año 2035 ese grupo representará el 34% del total de la población del archipiélago.
En la esfera social, la salud de los gerontes cobra especial importancia porque, aunque debe ser entendida en términos de funcionalidad; es por todos conocido que las enfermedades crónicas aparecen con mayor énfasis con el incremento de los años y limitan progresivamente las capacidades del sujeto para interactuar en el medio en que vive, primero en la realización de las actividades instrumentadas, y luego en las básicas.
En Cuba los ancianos están afectados en buena medida por enfermedades crónicas, y en particular con el cáncer, en cuyo caso más del 70% de los diagnósticos ocurren en este grupo poblacional. Esta patología por su alta incidencia, es considerada como “propia” del anciano, ya que el riesgo de padecerla se incrementa con la edad y con el predominio de estilos de vida no saludables. En el año 2015 fallecieron por cáncer de mama en Cuba 1544 mujeres, de las cuales las dos terceras partes (1051) correspondían a las mujeres mayores de 60 años. La incidencia se comportó de similar manera, con 2139 diagnósticos en este grupo población (MSP, 2016, p. 63). La situación es similar en Granma donde, el departamento de Estadística de Salud Provincial reporta que, en el año 2015 el 30% de los fallecidos en el territorio tuvieron como causa de muerte las neoplasias (2689 personas), de los cuales el 12.12% corresponde a adultas mayores con cáncer de mama (326 mujeres).
Esta situación, demanda atención, pues tiende a incrementarse y conjuntamente con la existencia de entornos sociales y familiares no siempre favorables que afectan la calidad de vida del anciano. En nuestro país, que tiene una política social que protege a los ancianos, los esfuerzos aún resultan insuficientes, y sigue siendo un reto mantener la calidad de vida en la vejez y alcanzar el bienestar, aspecto este último en el que vamos a centrar la mirada.
Los estudios de bienestar subjetivo en Cuba son escasos y en los adultos mayores se centran en determinar su relación con algunas variables (Jocik, 2009, p. 1-35; 2005, p. 1-66; 2011, p. 1-55), más que en la comprensión de los procesos que subyacen al mismo. Ante este escenario se delimita como finalidad en la presente investigación identificar los significados que las gerontes con cáncer de mama utilizan en la configuración de su bienestar. Los resultados permitirán un análisis más profundo de los aspectos cualitativos de la vida, desde las valoraciones propias de los sujetos investigados, así como dar cuenta de las condiciones particulares en que las ancianas perciben su vida y configuran su bienestar, lo que pudiera luego tributar a la búsqueda de una mejora en su consecución a partir de las particularidades individuales, regionales y nacionales.
El estudio del bienestar subjetivo en pacientes con cáncer de mama en una población envejecida permitirá sistematizar el estudio en otros ancianos, con padecimientos oncológicos o no, en aras de buscar alternativas más eficientes para mejorar la calidad de vida, e implementar acciones y desarrollar programas educativos comunitarios dirigidos hacia la sociedad, la familia y el propio adulto mayor, con el objetivo de contribuir a elevar la calidad de vida en la vejez, desde sus tres dimensiones: la salud, las condiciones objetivas de vida y el bienestar.
1 Economía envejecida: aquella en la que el consumo de las personas mayores de 60 años supera el de los niños y adolescentes.
El bienestar subjetivo es un tema sobre el cual los científicos sociales no logran consenso, por su carácter temporal y su naturaleza plurideterminada, donde intervienen factores objetivos y subjetivos. En su explicación los factores objetivos (externos, situacionales y demográficos) tienen una baja influencia al resultar necesarios, pero insuficientes para dar cuenta del bienestar subjetivo de los individuos (Casas et al., 2012, p 87-115), sin embargo los factores subjetivos se privilegian, abordando estructuras y procesos de la personalidad, apoyados en el criterio de que la personalidad es uno de los indicadores más consistentes para configurar el bienestar subjetivo, determinando cómo los eventos y las circunstancias de la vida son percibidas por el sujeto.
En el abordaje científico del bienestar subjetivo existen diversas posturas que tratan de definirlo. Uno de estos autores es Ed Diener, quien considera que el bienestar resulta del proceso de evaluación que realiza el sujeto de su vida. Esta evaluación recorre dos dimensiones: la cognitiva que se expresa en la satisfacción que deviene de la valoración personal sobre sus experiencias y la afectiva, realizada a través de los procesos afectivos, sean estos positivos y negativos, que emergen de la valoración realizada. Considera que un sujeto posee un alto bienestar subjetivo si expresa satisfacción con su vida y frecuentes emociones positivas, y sólo infrecuentemente, emociones negativas (Díaz, 2001).
La controversia entre los aspectos estables (cognitivos) y transitorios (afectivos) ha caracterizado el abordaje del bienestar subjetivo, existiendo una fuerte evidencia a favor de la presencia de ambos, aunque los aspectos estables han mostrado efectos significativamente más fuertes. Esto se avala por Carmen Victoria que plantea que la satisfacción con la vida surge como punto de partida de una transacción entre el individuo y su entorno micro y macrosocial, con sus elementos actuales e históricos, donde se incluyen las condiciones objetivas, materiales y sociales, que brindan al hombre determinadas oportunidades para la realización personal. El bienestar subjetivo trasciende la reacción emocional inmediata (Victoria y González, 2000, p. 72–80).
El bienestar expresa el sentir positivo y el pensar constructivo del ser humano acerca de sí mismo, se define por su naturaleza subjetiva vivencial y se relaciona estrechamente con aspectos particulares del funcionamiento físico, psíquico y social. Lo más importante es la percepción que el sujeto tiene de su vida, la cual varía en dependencia de múltiples factores objetivos y subjetivos con los que el individuo interactúa, así como el significado que le concede a cada uno de ellos.
El bienestar es un proceso psicológico que resulta de complejas interacciones, por lo que en este estudio se juzga pertinente examinarlo desde el enfoque Histórico-Cultural de Lev Vigotsky, al constituir una perspectiva holística para abordarlo desde su complejidad, considerando las dinámicas entre los condicionantes que mediatizan no solo el desarrollo de los individuos, sino también la construcción de su percepción de bienestar.
Para Vigotsky “el contenido de lo psíquico proviene de la cultura que el propio ser humano, de forma activa y transformadora, crea a lo largo de su historia en un contexto eminentemente social” (1987, p. 15-88). Desde su nacimiento, el sujeto está inmerso en un sistema de relaciones sociales y culturalmente condicionadas; a través de los sistemas de actividad y de comunicación, e interactuando con objetos y fenómenos de la realidad social, logra apropiarse de los significados socioculturales elaborados durante la evolución de la humanidad. Esta interiorización le permite incorporar contenidos externos, pasándolos por el prisma de su subjetividad para transformarlos activamente en correspondencia con sus características personológicas y con las condiciones del contexto en el que se produce su desarrollo. En esta interrelación el ser humano adquiere nuevas cualidades psicológicas, formándose como individualidad al tiempo que transforma, desde su posición social, la sociedad y la cultura en que se desenvuelve.
Se produce “una relación peculiar, única e irrepetible, específica para cada edad, entre el sujeto y su entorno, que determina las líneas de desarrollo, la forma y la trayectoria que le permiten adquirir nuevas propiedades de la personalidad, considerando a la realidad social como la primera fuente de desarrollo, la posibilidad de que lo social se transforme en individual” (Febles y Canfux, 2007, p. 3-10) que se denomina situación social del desarrollo. Durante este proceso se crea una postura que se expresa en la vivencia que resulta de la relación afectiva del sujeto con el medio que integra lo adquirido hasta el momento.
Visto desde la situación social del desarrollo se concibe el bienestar subjetivo como una construcción sociocultural que se deriva de los significados que el ser humano elabora en las diferentes interrelaciones que establece a lo largo de su existencia. Este se expresa como vivencia única y peculiar en la que predominan los afectos positivos, y surge a punto de partida de la valoración que establecen las personas sobre su vida, mediatizada por los condicionantes internos y externos que caracterizan cada etapa de su desarrollo. En la evaluación que establece el sujeto de su vida interactúan las condiciones de su vida presente, las experiencias vividas en el pasado y las proyecciones que éste se plantea, las cuales se constituyen en objetivos o metas que influyen en el nivel percibido de bienestar.
En correspondencia con el desarrollo personológico serán más o menos frecuentes las vivencias de bienestar subjetivo que experimente el individuo, es decir, la interacción con otros se realiza de acuerdo con su posición interna, que comprende los procesos cognitivos y afectivos implicados en esta interacción; en tal interacción hace suya la experiencia histórico social, mediante el proceso de apropiación, aportando a la subjetividad sus contenidos que están mediados por los propios contenidos internos ya acumulados anteriormente por el sujeto, los que a su vez se devuelven como productos de la historia enriquecidos y perfeccionados.
En el sujeto, las valoraciones de satisfacción y las reacciones afectivas positivas que se producen en la interacción, tributan al bienestar, pero siempre están mediatizadas por sus experiencias de vida y las necesidades propias de la edad. La actividad y la comunicación son los espacios a través de los cuales el individuo satisface sus necesidades. Ambas están condicionadas y condicionan el lugar que ocupa el individuo en su medio social, adquiriendo un sentido en dependencia de su lugar en la jerarquía de necesidades y de motivos, los que guardan una estrecha relación con los satisfactores. En función de los tipos de actividades en las que el sujeto se inserte se expresarán sus necesidades, ocupando en dependencia de su contenido uno u otro lugar. A través de estos sistemas el individuo responde a sus necesidades, desarrollando acciones en pos de lo que espera alcanzar y en este proceso puede lograr la satisfacción, y escalar a otros niveles en la medida en que se hace más efectivo, favoreciendo la vivencia del bienestar subjetivo.
En todo este sistema de interrelaciones en el que concurren eventos relativos al mantenimiento de la vida y su calidad se organiza la cotidianidad del sujeto. Es en esa vida diaria donde se satisfacen las necesidades, se enfrenta lo habitual y lo inesperado, a partir de los conocimientos adquiridos a lo largo de la vida. Durante este proceso, los eventos reiterativos y cotidianos que se vinculan a las actividades, relaciones y necesidades imprescindibles se vuelven inconscientes al naturalizarse en hábitos y rutinas, sin embargo, los eventos inesperados generan la reflexión, el análisis y actividades que destacan el carácter activo del sujeto para darle solución a la crisis que ocasiona y atenuar sus impactos en la subjetividad. Las situaciones inesperadas rompen con los referentes cognoscitivos, los esquemas referenciales de actuación, los hábitos y patrones de comportamientos que el sujeto posee y es por ello que generalmente son vivenciadas con una alta carga emocional. Ante la nueva situación el sujeto se torna protagonista consciente y dependiendo de la edad, del sistema de necesidades y la significación del evento para él, se mueve en función de satisfacer las necesidades, lo que le conduce al crecimiento humano.
La aparición de enfermedades crónicas se encuentra entre las situaciones inesperadas que pueden acontecer, y el cáncer es una de las más estigmatizadas. Su diagnóstico genera una crisis paranormativa en el sujeto, desarticula su vida cotidiana y se percibe como una amenaza no sólo para el sujeto, sino también para su entorno inmediato. Ante esta situación de salud, el senescente debe poner en juego todos sus mecanismos psicológicos de ajuste y afrontamiento, pues a las transformaciones propias de la etapa, se añaden las que se derivan de la evolución de la enfermedad, que demandan del sujeto una reelaboración sistemática de su condición de vida, sus proyectos, como resultado de la cual se asumirán conductas de ajuste o paralización, que contribuirán o no a lograr mantener los niveles de la calidad ante la vida y ante la muerte.
En estas pacientes, contrario a lo que el estigma impone, también se puede vivenciar bienestar. Este depende de las evaluaciones que ellas tengan de sus experiencias de vida y su capacidad de adaptación para afrontar los problemas, lo que les permite mantener un balance emocional, preservar una imagen de sí satisfactoria, el sentido de competencia personal y prepararse para las futuras situaciones problemáticas que le depara la enfermedad. La existencia en las ancianas de una evaluación inicial de la enfermedad como un riesgo y una autoevaluación posterior de autoconfianza en la efectividad para afrontar el desafío que la enfermedad impone, suele garantizar un buen nivel de bienestar en estas pacientes. Tienen la capacidad de utilizar factores protectores para sobreponerse, crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como seres competentes, pese a los pronósticos desfavorables.
Se realizó un estudio cualitativo en la provincia de Granma, en el municipio de Bayamo, desde septiembre a diciembre de 2016, en el contexto cotidiano personal de las senescentes, lo que nos permitió acceder a los significados que las mismas utilizan en la configuración de su bienestar subjetivo a partir de la forma en que narran, comprenden y manejan sus situaciones cotidianas de vida. Se emplea como foco indagatorio la categoría de bienestar subjetivo entendido como:
La vivencia subjetiva, relativamente estable que se produce en relación con un juicio de satisfacción con la vida en las áreas de mayor transcendencia para cada individuo y que posee un carácter de disfrute personal, donde predominan los estados emocionales positivos. Las expectativas trazadas, los logros obtenidos y el balance entre ambos están mediados por la personalidad y por las condiciones sociohistórico y culturales en que se desenvuelve el individuo (Victoria, 2004).
En el bienestar se exploran dos dimensiones: la cognitiva que incluye la satisfacción y la afectiva que incluye los procesos afectivos positivos y negativos.
Para la selección de los sujetos se realizó un muestreo no probabilístico de sujetos tipo, escogiendo de manera informal a sujetos característicos de una población determinada (Hernández, Fernández y Baptista, 2006, p. 566), tales como: edad entre 60 y 74 años, diagnosticadas con cáncer de mama, conocimiento del diagnóstico superior a un año, voluntariedad para participar en la investigación, no presentar deterioro cognitivo moderado, ni severo y bienestar subjetivo alto.
Primero se identificaron 18 mujeres que cumplían los criterios 1 y 2 en el Policlínico 13 de marzo. Luego se exploró el conocimiento de las pacientes sobre el diagnóstico y su consentimiento para participar en la investigación, quedando 10 mujeres (se excluyen 8 pacientes: 2 fuera de la provincia, 2 en estado terminal, 3 sin conocimiento del diagnóstico y 1 que no deseaba participar) cumpliendo así con los criterios 3 y 4. Para determinar los criterios 5 y 6 se les aplicó el Minimental State Examination y el Índice de Bienestar Subjetivo – JAB, resultando descartadas 4 mujeres (1 por deterioro cognitivo medio y 3 por niveles de bienestar subjetivo medio y muy bajo). Luego de estos procedimientos quedaron seleccionadas 4 ancianas, con las características que se aprecian en la Tabla 1 (al final del documento).
La recogida de la información se realizó en dos momentos: el acceso al campo y la recogida productiva de datos. Se emplearon las seis fases de la fenomenología como método reportadas por Rodríguez, Gil y García (2002); también se utilizaron las siguientes técnicas: la Escala de Autovaloración Dembo Rubinstein para evaluar la autovaloración de los sujetos con respecto a su bienestar subjetivo; el Test de Completar Frases, para identificar las principales necesidades, intereses, aspiraciones y conflictos en diferentes esferas inherentes al bienestar subjetivo y contrastar la información obtenida en el Índice de Bienestar Subjetivo–JAB, acompañada de una entrevista retest con el propósito de profundizar en aquellos ítems que podían brindar mayor información y contenidos relevantes. También se aplicó una entrevista semiestructurada para profundizar en los significados que las participantes utilizaban para construir su percepción de bienestar subjetivo y la observación como registro sistemático y confiable de conductas manifiestas relacionadas con lo expresado verbalmente por las sujetos investigadas; determinando la coherencia y el vínculo que existía entre comportamiento y expresión verbal durante la aplicación de las técnicas utilizadas.
Para el tratamiento de los datos se empleó el esquema referido por Rodríguez, Gil & García (2002), quienes asumen el análisis en tres tareas: reducción de datos, disposición y transformación de datos, así como obtención y verificación de conclusiones.
Cada una de estas tareas incluyó actividades que conllevaron a un análisis ordenado y profundo de los datos, el que ocurrió como un proceso no lineal y simultáneo (Rodríguez, Gil & García, 2002, p. 204-216).
La satisfacción en las adultas mayores guarda una estrecha relación con las actividades en las que se han insertado. Las perciben como fuente de placer, por el disfrute con pequeñas y cotidianas cosas de la vida, además de los logros, los que están cargados de significación personal y familiar. Otorgan un valor adicional a aspectos subjetivos o espirituales de la vida, más que a los aspectos materiales, lo que sin dudas contribuye a la vivencia de bienestar. La satisfacción es definida por ellas como se muestra en la Tabla 2.
En la dimensión cognitiva el bienestar subjetivo está determinado por la satisfacción que las ancianas experimentan con la manera de haber vivido, coherentes con criterios, metas y logros, con respecto a la que posee juicios valorativos favorables. La satisfacción que las gerontes experimentan está conformada por elementos que tienden a ser más estables y duraderos, y menos influenciables por los acontecimientos vitales o de poca duración. Se agrupan en tres categorías: satisfacción consigo misma, con la familia y con la sociedad.
La posibilidad de sentirse útiles, la autoconfianza en los recursos personales, la aceptación activa de los eventos cotidianos e inesperados de la vida y la relación que se establece entre las metas y los logros constituyen los significados personales sobre los cuales las ancianas estudiadas configuran su bienestar.
La posibilidad de sentirse útiles mediante el desempeño de los diferentes roles, sobre todo a través de la realización de las actividades hogareñas socialmente asignadas a la mujer, pero asumidas como un espacio de realización personal, les otorga a las ancianas la posibilidad de hacer por otros y experimentar satisfacción. La colaboración en las actividades del hogar se instituye en la posibilidad de dar y recibir la ayuda y el apoyo de sus familias, contribuyendo positivamente a su bienestar, al incrementar sus percepciones de autovalía y autoestima, al permitirles sentirse reconocidas. En este espacio familiar se añade la relación con los nietos, que ayuda a revivir la crianza de los hijos y legar en ellos la experiencia adquirida con los años.
De igual manera la autoconfianza en los recursos personales y aceptación activa de los eventos cotidianos e inesperados de la vida cobra un especial significado en la configuración del bienestar de estas personas, ya que el afrontamiento centrado, predominantemente en el problema, pone en juego la riqueza de contenidos personológicos de estas ancianas, lo que favorecido por la capacidad de resiliencia personal, les permite vivenciar bienestar subjetivo a pesar de la existencia de eventos con una connotación tan negativa, como es el diagnóstico de la enfermedad de cáncer cervico-uterino (ver Tabla 3).
La relación que se establece entre las metas y los logros se constituye en un satisfactor, pues las adultas mayores se mueven en busca de lo que se proponen y en el proceso logran alcanzar la satisfacción, aun cuando no siempre obtienen las metas deseadas, por la sensación de agencia personal que les permite estructurar y dar sentido a su vida diaria. El compromiso con las metas personales, les ayuda a movilizar su conducta por el logro de un objetivo, en cuya búsqueda las ancianas afrontan los problemas y vencen algunos obstáculos, en consecuencia, con lo cual puedan experimentar o mantener su bienestar personal y social, aun en tiempos de adversidad.
La existencia de la familia misma se constituye como el principal significado que aflora en la satisfacción familiar, porque las relaciones a su interno, dejan satisfechas las necesidades de las adultas mayores, al existir muy buenas relaciones entre sus miembros. Esto es muy importante por el valor que le atribuyen las ancianas a su familia, lo que la convierte en un pilar insuperable a través del cual logran satisfacer sus demandas de cariño, atención y cuidados, que resulta del compromiso desinteresado que emana de los lazos familiares, lo que actúa de forma positiva y directa sobre la salud y el bienestar de los gerentes (ver Tabla 4).
Otro aspecto importante en sus vidas lo constituye el apoyo familiar, con énfasis en el socioafectivo y el instrumental. De manera general desarrollan actividades familiares, en las que se aprecia la unidad, el cariño, el respeto mutuo entre sus miembros y en particular hacia las ancianas. Perciben que son necesarias para transmitir sus experiencias. Esta posibilidad de ayuda recíproca entre los miembros del núcleo familiar estimula la percepción de utilidad en las adultas mayores estudiadas y contribuye a satisfacer la necesidad de autotrascendencia al transmitir al otro todas las experiencias vividas, lo que en su conjunto favorece la vivencia de bienestar.
La comunicación y la existencia de espacios de interacción familiar favorecen la satisfacción familiar de las adultas mayores estudiadas. En este sentido, la existencia de una adecuada comunicación, así como la organización de actividades que permiten el encuentro de los miembros de sus familias para celebrar fechas significativas y/o simplemente compartir contribuye al bienestar. Estos espacios se convierten en un escenario para rememorar experiencias vividas, trazar proyectos comunes, brindar apoyo, expresar afectos, lo que en su conjunto reconforta el sentimiento y la unidad familiar, posibilitando la existencia de las condiciones para experimentar bienestar subjetivo.
Como satisfactor social aparece nuevamente el apoyo recibido por la sociedad desde los vecinos, la red de amigos y el personal de salud, pero adquiriendo para las gerontes una nueva cualidad, es bidireccional, es decir, las ancianas reconocen como un aspecto importante en sus vidas el apoyo que reciben de sus vecinos y amigos, pero también muestran satisfacción por el apoyo que ofrecen a los mismos, llegando a considerarlos “como parte de sus familias” y su aporte a la sociedad. Este apoyo, al igual que en la familia, se expresa en sus tres variantes: el informativo, el instrumental y el socioafectivo, existiendo un predominio de los dos últimos. (ver Tabla 5)
El sistema de actividades pasa a ser un elemento significativo entre los satisfactores de la etapa. En las ancianas estudiadas aparece una ruptura con las actividades socialmente asignadas a este grupo poblacional, pues además de realizar las labores hogareñas, poseen en su mayoría una vida social activa, participan de manera habitual en peñas, clubes, fiestas populares, paseos, además de las visitas a vecinos, amigos y familiares. En este sentido es importante destacar el hecho de que las ancianas reconocen experimentar placer al realizar las actividades domésticas, e incluso en algunas ocasiones se sumergen en ellas por el mero hecho del disfrute personal. Esta diversificación del sistema de actividades le permite satisfacer necesidades espirituales, dar y recibir apoyo, comunicarse con sus coetáneos, compartir con ellos y de igual manera que en el área familiar, el sentirse útil contribuye a su bienestar, ya que favorece su percepción de utilidad, ante la cual realizan su necesidad de sentirse útiles a los vecinos, amigos y compañeros de trabajo.
De manera general se aprecia que en la satisfacción con la vida aparece como satisfactor la relación meta-logro, donde los objetivos que cada individuo posee, el éxito con que es capaz de lograrlos y la proporción de progreso hacia ellos, pueden potencialmente incidir sobre las emociones y la satisfacción por la vida. Es por ello que todo lo que han podido lograr hasta la actualidad las hace experimentar satisfacción global con sus vidas.
Las ancianas estudiadas experimentan de manera frecuente y predominante, procesos afectivos positivos, los que están sustentados en los satisfactores referidos en sus diferentes niveles de interacción. La vivencia de procesos afectivos positivos está influenciada por características personales, tales como alegría, autoestima adecuada, ecuanimidad, confianza en sí mismas y estilos de vida adecuados, que son estimuladores de los estados de ánimos positivos que tributan a la vivencia de bienestar subjetivo.
Los procesos afectivos negativos aparecen ante algunos eventos cotidianos, pero no se establecen en el tiempo. Esto puede deberse a que los eventos “negativos” de la vida cotidiana pueden mover a las personas por debajo de las líneas básicas que las caracterizan, las que emplean recursos personales que favorecen su afrontamiento y les permiten con el tiempo regresar a su punto estable (ver Tabla 6)
La felicidad aparece en todas las gerontes como la vivencia ante el resultado de los logros alcanzados en la vida. En ella concurren los procesos afectivos positivos y engloba la satisfacción con las experiencias vividas, que se derivan de las relaciones entre las adultas mayores consigo mismas, con su entorno familiar y social, encontrándose una relación entre los re-portes de bienestar y la experiencia de eventos placenteros diarios.
La existencia de niveles altos de bienestar subjetivo en las adultas mayores oncológicas estudiadas se sustenta en una manifiesta satisfacción con las diferentes esferas de su vida y el predominio de los procesos afectivos de valencia positiva.
Los contenidos que sustentan la percepción de bienestar están referidos a los significados personales, familiares y sociales, entre los que destacan en lo personal la autoconfianza, la correspondencia logros-metas, los roles asumidos, la aceptación activa de los acontecimientos vitales que ocurren en sus vidas; en lo familiar la existencia de una familia con relaciones y comunicación favorables, las actividades que realizan de conjunto y el apoyo socio afectivo que se brindan y en lo social el apoyo bidireccional instrumental e informativo con vecinos y amigos, la percepción de utilidad y la realización de actividades recreativas no tradicionales para la etapa, que las ayudan a trascender los roles sociales asignados, mostrando una nueva imagen de la adultez mayor.
Las manifestaciones de bienestar que están mayormente matizadas por los procesos afectivos de valencia positiva son, en la mayoría de los casos, expresión de niveles altos de bienestar, los que pueden ser más estables si constituyen la vía de expresión sintética de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, mientras que las manifestaciones de bienestar matizadas por los procesos cognitivos de valencia positiva son expresión de altos niveles de bienestar que por su propio contenido son estables.
El bienestar subjetivo es una construcción personal que se halla condicionada por la situación social del desarrollo en la que se encuentra el individuo, la cual está mediatizada por la vida cotidiana, donde se establece una relación dialéctica entre lo cognitivo y lo afectivo que se sintetiza en la regulación del sujeto para interactuar en tres niveles: el personal, el familiar y el social, expresando satisfacción y un predominio de los procesos afectivos positivos.
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