ABSTRACT
El objetivo del artículo es considerar a las familias como objeto de estudio, y en específico analizarlas desde las estructuras sociales y los procesos de cambio sociocultural. Ello presupone problematizar los contextos de trasformación económica, laboral y global, en los cuales se insertan los modelos de familia: premoderno, moderno y postmoderno. Esta reflexión en torno a las familias se vincula con el tema de la discapacidad, que remite a contextos incapacitantes y de asignación de significados preconcebidos. Como análisis empírico, se recuperan narrativas de familiares cuidadores de niños con discapacidad. Las narrativas despliegan elementos subjetivos de prejuicios, de emociones como angustia, miedo e incertidumbre y discursos del saber sobre la discapacidad, que definen a la discapacidad desde el entendido de la razón. Finalmente, las familias son escenarios de trabajo psicoterapéutico en donde es posible establecer una conversación reflexiva, colaborativa e inclusiva, que permite una nueva significación de la discapacidad.
Palabras clave: Familias, Discapacidad, Construccionismo Social, Terapia Familiar, Discurso del saber.
Las trasformaciones en los diferentes tipos de familias se corresponden según los procesos de reconfiguración a nivel de lo social. Estas nuevas formas de familias implican distintos paradigmas epistémicos versátiles que hagan posible trazar nuevas distinciones hacia una comprensión más cercana a lo que las mismas familias definen sobre sí mismas. En este escrito expongo algunas reflexiones en torno de lo familiar y su vinculación con la perspectiva del construccionismo social como modelo psicoterapéutico ante la construcción de la discapacidad. Se abordan dimensiones como género, alteridad y valores. Para ello es necesario dar cuenta de algunas problemáticas de las familias actuales, como son algunas condiciones en la desigualdad estructural, falta de equidad en las relaciones entre los géneros y falta de oportunidades. Interesa dar cuenta del recrudecimiento de todas estas formas de exclusión que viven las familias con integrantes en condición de discapacidad. La idea central es hacer un bosquejo de los diferentes escenarios posibles, en las dinámicas familiares en el siglo XXI, analizando el contexto actual desde una perspectiva social, y en especial, desde una perspectiva teórica del construccionismo social en el marco de la terapia familiar.
Es importante problematizar el espacio de lo familiar para reflexionar desde distintos intersticios disciplinares que den cuenta de la construcción social de la discapacidad. La pregunta central es en qué medida las familias pueden ser objeto de estudio y qué relaciones están presentes en las configuraciones familiares en cuanto a procesos de construcción de la discapacidad, en el marco de escenarios de organización, económica, laboral y global tan cambiante.
Lo familiar en gran medida se vincula con el espacio de lo privado. Una dimensión propia de lo doméstico, de la reproducción de la vida más elemental, la reproducción de la natalidad, la alimentación y las relaciones entre los géneros. Tradicionalmente, la familia es concebida como la comunidad formada por un hombre y una mujer, unidos por lazo matrimonial durable y exclusivo y por los hijos nacidos de ese matrimonio. No obstante, es posible concebir diferentes tipos de familias. Por ejemplo, familia uniparental, unipersonal, con jefatura masculina o femenina, etc. Actualmente, hablamos de nuevas formas de familia por su paulatino reconocimiento social y legal. Por ejemplo, familias conformadas por una pareja de homosexuales, reconstituidas de segundas nupcias o de uniones subsecuentes. Ello nos hace suponer que las familias están relacionadas con las estructuras sociales y su dinámica de cambio sociocultural. En efecto, las configuraciones familiares son espacios de socialización. Y algunas funciones de la socialización en el espacio de lo familiar son: a) la socialización en el control del impulso, el desarrollo de la conciencia social, asimilación de roles, roles de género, intersubjetividad en la creación de significados compartidos y expresión de valores; b) preparación para el trabajo, por ejemplo, asumir roles institucionales de reproducción de la riqueza, asumir el trabajo doméstico para la subsistencia de los otros en el cuidado.
Si bien es viable considerar que la familia nunca permanece estacionaria sino que es una configuración según la evolución de la sociedad, entonces también es necesario referir que la familia actual permanece según un lazo de parentesco, en el marco de relaciones mediadas según leyes que reflejan formas institucionales de socialización, costumbres y tradiciones de la comunidad de pertenencia. Efectivamente, son los valores que confieren un sentido profundo a las acciones dentro de un sistema social. La variación o evolución de estos valores es un reflejo de las condiciones de relaciones sociales cambiantes las cuales vertebran el mundo social.
De la misma manera es posible relacionar las dimensiones de lo familiar con el eje de la alteridad. A este respecto el filósofo Emmanuel Lévinas (1995) nos permite acceder a la aventura de la sensibilidad, es decir, el exterior como fuente de sentido. El otro como vehículo de diferenciación y colocación ante el mundo. Es viable considerar al otro un horizonte que funciona como trasfondo de comprensión del mundo. Es decir, compartir con el otro es compartir horizontes de mundos. Esta relación se establece en la genuina necesidad de responder a la interpelación del otro. Y entonces entender la objetividad del mundo en función de una intersubjetividad compartida. Esta noción de alteridad cercana a la fenomenología en el caso de la familia puede ser entendida como participación de los cuerpos que comparten afectos, el mantenimiento del contacto en un mundo social intersubjetivo y la creación de sentidos de experiencias compartidas.
Siguiendo este eje de reflexión propuesto por Lévinas, la sensibilidad frente al otro marca la subjetividad de cada uno de los participantes. Igualmente, la intersubjetividad de cada uno de los participantes de una comunicación define el tiempo entendido como un espacio compartido con el otro. Se trata de una historia que se inscribe en el libro de las experiencias familiares en cada uno de los integrantes de la familia de una manera decididamente original. Asimismo, es posible suponer que en Lévinas el otro es un horizonte en referencia de la propia experiencia. Una sensibilidad deseable radica en apropiarse de la mirada del otro, y mediante ella comprender su mundo. Se trata de una intersubjetividad fundada en la reciprocidad y en el reconocimiento del otro en el diálogo. Es entonces que el diálogo surge como una mediación del sujeto frente al otro y viceversa, donde las significaciones son depositadas en un tiempo compartido.
Todo lo anterior nos lleva a suponer que existe una estrecha vinculación entre los valores asumidos por un orden social y las formas de vida familiar. No obstante, existen configuraciones familiares que pueden ser entendidas como modelos históricos sociales de expresión familiar que descansan en una expresión divergente de los valores dominantes. A este respecto es necesario referir que el modelo de familia dominante en una sociedad depende de las fuerzas productivas, la formación del Estado y la cobertura de necesidades en la distribución y la posesión de las propiedades.
A continuación revisamos algunos modelos de arreglos familiares. Iniciamos con un modelo de arreglo familiar premoderno, que se caracteriza por sostener la vida material y espiritual de las personas prioritariamente desde prácticas tradicionales. La familia premoderna es la familia que se sostiene en la agricultura y la producción autogestiva de manera local. Este modelo de familia descansa en una autoridad central y vertical. La familia premoderna es la familia extensa que comparte un mismo espacio, una organización prioritariamente patriarcal, así como el uso de la fuerza y el poder, el cual reproduce las prácticas de dominación y posesión centradas en la figura del jefe. Los roles de género en este tipo de familia son rígidos y las mujeres son vistas como una posesión donde se controla su sexualidad con el fin de garantizar la legitimidad de la descendencia. Otro modelo de familia fruto de la etapa industrial es la familia moderna, que hace su irrupción en el intercambio de productos y satisfactores, lo que hace centralizar la convivencia en espacios urbanos la reproducción y producción de la vida. Esta forma de organización resulta ejemplar al reproducir la vida económica, política y social de una nueva forma de sociedad moderna, fundada en la producción para grandes conglomerados de personas. Esta configuración de lo familiar hace una reproducción en miniatura del orden social público, donde el Estado asume el control y dominio de la vida social, y la familia reproduce desde una organización asistida por instituciones, el poder sobre ciertos integrantes de la familia. Se trata de los intereses comunes construidos, como es el vivir juntos, cuidar de unos a otros, trabajar juntos, defenderse mutuamente, lo que demanda una forma más social de compartir intereses. Para Emilio Durkheim (1967) el trabajo asalariado permite que se intercambien las ideas y que ello dignifique a la persona. Se trata de lo social objetivado en lo simbólico que ha permitido al hombre sobrevivir y que exista una vida moderna. Así entonces, el sentido de la vida descansa sobre proyectos, por ejemplo, el contrato social, la ciudadanía, la democracia, el Estadonación, etc. Por ello, el espacio de las familias en la modernidad es un espacio donde se despliega el trabajo y donde se busca cubrir las necesidades de los integrantes. No obstante, la familia en la modernidad ya no podrá ser quien pueda asumir papeles del Estado o la escuela, puesto que la familia, sólo es el espacio de la procreación de la vida, pero no de su preservación autogestora como es el caso de la familia premoderna.
Por otra parte, es posible suponer que la revolución de la telefonía digital, el uso del internet y las nuevas redes de interacción social basadas en la tecnología permitan la emergencia de un modelo de familia posmoderno. El cual remite a la configuración intercultural entre las formas de familia. Se trata de la diversificación de los vínculos relacionales. La configuración de organizaciones familiares las
cuales están conectadas por nuevas expresiones de comunicación que al mismo tiempo permanecen en contextos culturales distintos. Algunas expresiones de estas formas de familia pueden ser, la maternidad lésbica, parejas con distinto origen cultural, paternidad gay, familias reconstituidas, familias adoptivas, etc. Las familias posmodernas están prioritariamente definidas según el contexto de acción familiar el cual genera significados. En efecto, el significado en las relaciones familiares pertenece a quienes lo crean. Así entonces, no existen absolutos que definan las maneras de vivir en familia sino que se presenta una mayor posibilidad de elección según los contextos de interpretación. El modelo de familia posmoderno es una ampliación del dominio del significado entendido culturalmente. Lo que interesa es la comprensión de la relación humana que evidencia diferentes expresiones en las formas de vida y diversos valores puestos en juego. Así entonces, los valores dentro de la familia posmoderna pueden ser entendidos como dónde, cuándo y para quién se es familia. Existe pues una relación entre las nuevas formas de familia y los valores sociales emergentes, como pueden ser, diversidad, diferencia, tolerancia, pluralidad, etc. No existe desde este modelo una forma única de ser familia, sino más bien existe una relevancia por las relaciones que evidencian la emergencia de nuevas formas de vida en sociedad. Por todo lo anterior es viable considerar que el modelo de familia posmoderno es entendido como una realidad social basada en la comunicación que configura un sistema relacional.
Ferenc Fehér (1998) expone algunas características que se vinculan con la postmodernidad, y lo plantea bajo algunos conceptos guía como son: el tiempo, el espacio, la política, el arte, el ethos y la contingencia. El tiempo desde la postmodernidad descrita por Fehér es un tiempo plural y fragmentario, un tiempo simultáneo y más amplio que el tiempo sucesivo de lo moderno. Una búsqueda siempre constante de renovación en la simultaneidad. Por otro lado, el espacio es amplitud y pluralidad, privado y colectivo a la vez. Una búsqueda de nuevos espacios aun sin conocerse, sin delimitarse. Así mismo, los espacios son el cambio, el proceso y el movimiento, espacios de variación y combinación, situaciones de confluencia y divergencia. Tanto el tiempo, como el espacio en el postmodernismo pueden ser considerados en una fusión de horizontes como lo refiere Gadamer.
En este contexto postmoderno, según Zygmunt Bauman (2004), la subjetividad es un reflejo de las acciones que el actor realiza, por ello refiere que ante el desmoronamiento de las certezas se recurre a la búsqueda de la pertenencia para afianzar la identidad en algo que se presenta fragmentado, fugaz y etéreo. Esta búsqueda desesperada recae en el individuo al momento de que las jerarquías institucionales muestran su derretimiento. La hipótesis central de Bauman es que las identidades son reflejo de las formas modernas, las cuales permanecen en constantes cambios económicos e institucionales, y en las derivas y fuerzas de la globalización.
Otras condiciones del postmodernismo están presentes en la esfera de lo político, y una posición postmoderna característica es el antiautoritarismo, permanecer fuera de la norma, un desafío y falta de confianza a lo institucional, y la búsqueda del consenso según una ética de lo relativo y de los valores relevantes, por ejemplo, el valor del rechazo a la competencia, negarse a entrar en una lucha. No se exige, mejor se retira puesto que no se está sometido a una contingencia, de allí que la huida de la contingencia sea vista como lo diferente, lo pastiche, una búsqueda constante del escape y el diluirse, a crear narrativas bajo la plasticidad de los símbolos y la inspiración de la metáfora. De allí que el arte sea el escenario privilegiado de la curiosidad y la búsqueda. El arte es una emancipación de las reglas de producción estética, una transparente sensibilidad más allá de la historia cíclica. Es la cocreación de mundos de comprensión placenteros. Nichos narrativos en constante bifurcación. Finalmente, esta búsqueda postmoderna del placer determina el ethos como una actividad dentro de muchos otros roles realizados en la vida cotidiana. Es la singularidad dentro de la pluralidad y viceversa, la pluralidad dentro de la singularidad. Esto es particularmente relevante en las distinciones que proponen los nuevos modelos en terapia familiar como veremos más adelante.
Al recuperar los modelos antes expuestos, es viable suponer que las formas de familia se vinculan con las condiciones de desarrollo social y humano, al cubrir necesidades de socialización, de natalidad y en general de lo doméstico. En efecto, en el espacio de lo familiar se despliegan los reinos de la necesidad, biológica, afectiva, relacional. En este orden de ideas, lo familiar descansa pues en el dominio de la animalidad, el trabajo, la reproducción y producción de la vida biológica. Pero es en lo familiar como unidad básica de socialización donde se despliegan las reglas que inicialmente rigen la vida social expresada en valores, creencias e ideologías. Con estas reglas se modelan los instintos o la animalidad del ser humano. Por ejemplo, en la época moderna lo familiar ha sido concebido como una institución jurídica con derechos y deberes, normas morales y jurídicas sancionadas por la sociedad o los representantes de la sociedad.
Por otro lado, la vida matriarcal hará énfasis en la igualdad, la libertad de todos, el amor, el deseo de paz y brindar cuidado a los demás, solidaridad, piedad y generosidad. Actualmente se intenta dejar atrás el modelo de familia patriarcal, donde la cohesión se mantenía bajo un dominio y autoridad paterna, para acceder a un modelo de familia que se funde en igualdad de derechos entre marido y mujer, e incluso en igualdad de derechos en caso de parejas formadas por personas del mismo sexo. Lo que supone una incorporación trasformativa en supuestos socioculturales, en legitimar una convivencia desde la igualdad social. Un gran reto que apunta a la democratización de las relaciones familiares.
Finalmente, habría que referir que no solamente lo familiar es el espacio de la natalidad, de la trasmisión de afectos, de socialización, de reglas culturales, distribución de recursos, sino que también lo familiar surge como un reflejo de la reproducción de la ideología de dominación. El espacio de lo familiar se configura como un espacio de dependencia, desde el cual es posible cubrir las necesidades de cada uno de los integrantes que la componen. Persiste con ello, la familia como espacio mítico donde se relacionan los géneros y se reproduce la dominación cultural. Un ejemplo de ello es la violencia doméstica. La familia es donde se configuran las luchas por imponerse unos sobre otros, es decir, el espacio de la supervivencia. Una evidencia más está presente en los roles depositados hacia unos miembros en detrimento de otros que pertenecen a la familia. Por ejemplo, los roles del cuidado. Quizá sea posible y necesario identificar cómo poder construir un desarrollo humano al interior de las relaciones familiares desde una dimensión de igualdad y de libertad.
En México el proceso modernizador ha transitado inicialmente por un proceso de institucionalización posterior a la época posrevolucionaria. Esta época ha sido caracterizada por la creación presidencialista de un Estado benefactor, con un corte corporativo y un partido hegemónico anquilosado en el ejercicio del poder por más de 70 años. Esta condición socio histórica favoreció un tipo de familia prioritariamente premoderna basada en la producción agrícola y rural. Posterior a la segunda mitad del siglo XX, México vivió un proceso de urbanización acelerada que prácticamente aseguraba que cualquier profesionista varón pudiera formar su familia nuclear en el espacio de lo urbano. Fueron décadas con un desarrollo acelerado en el cual México logró una rápida industrialización en producción de bienes y servicios. La creación del IMSS y el boom del petróleo aseguraban un despunte en la economía mexicana. Ello se ve reflejado en una política de institucionalización fundamentada en una economía de sustitución de importaciones. Igualmente se consolidó una política del control en la natalidad que resultó claramente exitosa al bajar el crecimiento de la población significativamente. El lema “pocos hijos para darles mucho”, reflejaba un cambio en la configuración de la familia nuclear y la dinámica social.
Posterior a esta etapa, se adoptó una política de renovación y adelgazamiento del Estado de bienestar, según las recomendaciones del consenso de Washington, que privilegia la participación de los mercados y una tendencia hacia la globalización. Así pues, la estrategia del Estado mexicano fue la implementación de una política social focalizada a una población mexicana estratificada y promercado, por ejemplo, se ha centrado en la pobreza, la salud, un esquema de pensiones y el desempleo. Esta adopción de la política social se perfila según las recomendaciones del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo. Estas medidas en términos económicos se han manifestado en abaratar el trabajo, una fuerza laboral cada vez más en la precariedad y una caída de los salarios reales. Esto sin duda impacta en la configuración de los diferentes arreglos familiares, los cuales toman decisiones en función de intereses de sobrevivencia. Asimismo, la política económica de los gobiernos neoliberales en México ha mantenido una política social asistencial que tiende a recrudecer las condiciones de desigualdad estructural. En efecto, existe una fragmentación de los servicios en salud, jubilación, acceso a la educación entre otras condiciones.
En efecto, las crisis económicas en México se han enfrentado desde un modelo económico de apertura a los grandes capitales financieros internacionales, promovida por una nueva coalición de financieros en el país que sin duda mantiene una hegemonía en dictar la agenda en el plano político, económico y legal. En el caso de las políticas sociales se perfilan desde un interés de los mercados. Por ejemplo, se mercantiliza la salud de las familias al cubrir parcialmente con un esquema de salud básico ofrecido por el Seguro Popular. Desde la elite de los financieros en México, las reformas sociales son una palanca para consolidar los mercados de ganancias, tal como lo ejemplifican las reformas en pensiones y la vivienda en México.
Esto claramente se ve reflejado en los índices de crecimiento económico, los cuales prácticamente se han estancado en un índice no mayor a 3%. Ello significa que el sostenimiento de las necesidades de los hogares sea costeado a través del trabajo informal tanto de hombres como de mujeres. Se trata de una precarización de las formas de bienestar social en las que el Estado mexicano mercantiliza las necesidades de salud, educación y jubilación de la población. Por otra parte, esta modificación en la participación de las mujeres en el mercado laboral, su incremento de años de educación y los métodos anticonceptivos que les permiten una planificación y control de la natalidad han contribuido a la reconfiguración de las relaciones entre hombres y mujeres. No obstante, las formas de interacción e imaginarios sociales, que persisten en formas de control, autoritarismo y posesión de los hombres sobre las mujeres, evidencian que la modernización en el plano sociocultural es mucho más lenta que el proceso socioeconómico. Por todo lo anterior, es posible suponer un recrudecimiento de las problemáticas que viven las familias, claramente expresadas en formas de violencia, desigualdad, entre otras dificultades estrechamente asociadas con las dinámicas de lo social. En efecto, la precarización de las condiciones estructurales y sociales que configuran el acceso a los satisfactores sociales estalla en formas recrudecidas de organización familiar que están quebrando los vínculos tradicionales de las familias.
Por otra parte, las condiciones de globalización no solamente han significado la modificación socio económica de la creación de fábricas a empresas, sino que también ha significado la adopción de formas de economía basadas en el tráfico y la ilegalidad, por ejemplo, el caso de las sustancias psicoestimulantes. Ha significado una mayor oferta en el territorio mexicano de una variedad de drogas en el marcado. Ello ha impactado a nivel de salud pública en el tema de las adicciones y su impacto en las condiciones de nacimientos de niños con alta probabilidad de presentar una discapacidad. No obstante, parece no existir una política clara de parte del gobierno mexicano en atender integralmente la problemática, sino más bien, persiste una dinámica de favorecer que el mercado brinde servicios privados en la atención de una problemática que claramente es social. Sin embargo, la tendencia de una política social asistencial sobre las familias de parte del Estado mexicano se reconstruye en una lógica de estratificación. Lo que crea segmentación en la exigencia de ciertos derechos sociales, y el constante desarrollo en la desigualdad según los sectores implicados. En efecto, en México el acceso a la seguridad social es limitado y frenado por los procesos de corporativismo, en el marco de autoritarismo y represión. Se constatan débiles procesos de desmercantilización, notables procesos de segmentación y estratificación de los sistemas de protección, familiarismo e informalidad en la protección social y bajos rendimientos sociales en términos de pobreza y desigualdad social. Al recuperar las distintas trasformaciones con el advenimiento de la globalización, en lo económico, lo cultural y lo tecnológico. Es pertinente recuperar la argumentación que Peter Berger (2002) expone, al decir que se trata de múltiples globalizaciones que provienen de diferentes contextos. Así entonces, estas globalizaciones aunque están referidas al plano económico y cultural, también manifiestan el plano religioso, político y organizacional entre otros. Regularmente se tiende a concebir a la globalización como unidad de mundo enlazado en diferentes niveles, por ejemplo, en el nivel de globalización económica prioritariamente promovida por los corporativos estadounidenses, cuyo interés es la práctica de los negocios en un sentido global, bajo una lógica de la marca registrada bien posicionada. Por ello, cuando se escucha sobre la globalización se asocia con el imperialismo cultural en su variante de la cultura de lo popular y de la inmediatez. No obstante, Berger expone diferentes visiones sobre el tema que nos invitan a identificar en la globalización otras globalizaciones.
La difusión de la cultura global se efectúa mediante diferentes vías, del centro a otro centro, del centro a la periferia, de la periferia a otra periferia. Por un lado, el centro es entendido como la metrópoli, el centro que irradia la cultura dominante de una elite. Se trata de los valores que reproducen a esta cultura global emergente que se irradia mediante diferentes mecanismos. Una vía son los símbolos que hacen referencia a un tipo de valores propios de la cultura dominante, ello supone la modificación de las prácticas cotidianas en las regiones irradiadas por estos símbolos, por ejemplo, la cultura de los negocios, la cultura académica, la cultura organizacional, entre otras. No hay una globalización uniforme sino más bien existe una globalidad local. Es por ello importante entender a la identidad como una configuración permanente de un sistema cultural. El error de interpretar la globalización en singular, le subyace una teoría del desarrollismo, la cual supone que existen culturas fuertes y culturas débiles. Y que por medio de la globalización, transitarán a una cultura de lo moderno entendida como una cultura más evolucionada.
En este escenario de globalización se presenta el gran reto ante múltiples relaciones, procesos y estructuras que impactan sobre las configuraciones familiares. Es decir, lo local se trasmuta en global y lo global se instala en lo local. Este fenómeno implica nuevas categorías e interpretaciones que logren dar cuenta de las reconfiguraciones. Finalmente, otro reto está presente en pasar de una preponderante política económica que busca el beneficio del mercado en detrimento de una política social de parte del Estado que fortalezca a las familias, es en cierta medida lo que ha creado una sobrecarga sobre las familias y las responsabilidades que deberían ser compartidas por el Estado, el mercado y la sociedad civil. Se tiende pues a familiarizar las responsabilidades laborales, económicas y educativas en las familias. Por consecuencia, los problemas asociados a suministrar atención y cuidado de personas con discapacidad, son una responsabilidad que el Estado ha dejado en manos de las relaciones familiares cada vez más sobrecargadas de estrés en lo laboral, lo educativo, la salud entre otras responsabilidades. No obstante, a las familias no se les otorgan recursos para enfrentar estos retos sociales. Este panorama tiende a complejizarse con el incremento de la población de adultos mayores, el hacinamiento de la familia extensa en espacios reducidos y el incremento del embarazo adolescente. Todas estas condiciones que experimentan las familias concurren con el tema de la discapacidad. Sin duda que todas estas formas contribuyen al incremento de la precarización de las formas de cuidado ofrecidas por las familias.
De acuerdo a la perspectiva del construccionismo social propuesto por el psicólogo social Kenneth Gergen (2007), el cual enfatiza las condiciones sociales que crean y configuran significados en los individuos. Es decir, los significados se obtienen según una historia discursiva, y la significación de relatos está determinada según la tradición retórica de la cual emergen y los procesos sociales del contexto de los cuales surgen. Algunos supuestos de la visión construccionista social son: las descripciones del mundo y la producción del conocimiento son fruto de las vicisitudes del proceso social; las maneras en las cuales obtenemos comprensión sobre la realidad es fruto de artefactos sociales, los significados derivados del uso del lenguaje se encuentran dentro de patrones de relación social; los discursos tienen un referente de patrones de vida cultural.
Con respecto al tema de la discapacidad, se requiere considerarlo no desde la discapacidad, sino más bien desde las personas en situación de contextos discapacitantes. Es entonces que desde los contextos puede emerger la multiplicidad y la diversidad. Es decir, la génesis de diferentes mundos de sentido, en la reflexión de múltiples voces involucradas y los diferentes flujos de formas de comunicación. Se trata de comprender la emergencia de los procesos que configuran realidades complejas, de participación e inclusión. Para ello es necesario entender a la discapacidad desde las personas mismas en los procesos contextuales en los cuales se dota de sentido. Entender que la discapacidad requiere ser abordada desde las personas con una condición de discapacidad, como una construcción social y como un reto en generar nuevas condiciones de humanizar las relaciones sociales entre los individuos. El construccionismo social hace énfasis en la flexibilidad de los significados, los cuales surgen en contextos situados histórica y culturalmente. Asumir una apertura al diálogo desde y con el otro implica estar abiertos a la escenificación de distintos valores que los participantes en la conversación, la relación o el encuentro evidencian. En el caso de la discapacidad estamos no ante una condición de rasgo distintivo sino más bien ante un proceso de construcción social en el cual la discapacidad es utilizada por los participantes sociales los cuales dotan de un sentido, en ocasiones negativo, para justificar prácticas de exclusión, discriminación y rechazo. No obstante, esta distinción no es estable sino más bien obedece a un consenso social, el cual al favorecer nuevas interpretaciones y valoraciones sobre lo que se define como discapacidad, puede acontecer en cambios sobre los significados asociados a tal concepción. Es entonces que el paradigma del construccionismo social, mediante la crítica, la reflexión y la creatividad, logra resignificar prácticas que antes resultaban negativas. De tal forma que la perspectiva construccionista social es trasformativa de los contextos de asignación de significados.
En seguida, expongo algunas narrativas de personas que experimentan discriminación y rechazo en su día a día, ello permite reflexionar sobre las prácticas discursivas y estructurales que las hacen posibles. Un papá de hija con discapacidad severa comentó lo siguiente:
El pediatra en el Seguro Social dice que mi hija se va a quedar así, pero yo digo que ella sí se va a quedar así si yo no le hago su rehabilitación, yo creo que ella puede vivir mejor. Igual, uno no sabe, los doctores son los que saben, aunque algunos doctores son inhumanos al momento de decir el diagnóstico. Estos comentarios sí lastiman. Mi hija Milagros tiene vida y entiende… y siente y respira. Ella está aquí por algo. Yo creo que al ver a un niño con discapacidad es ver a un niño que vive y siente como cualquier otro niño.1
Esta narración remite a varios elementos presentes en la construcción social de la discapacidad. Un primer elemento está en los discursos del saber, los cuales, desde un saber experto, frente a un saber de sentido común, presenta una mayor legitimación social el saber experto; así pues, cuando el papá de Milagros refiere “los doctores son los que saben” remite al nivel del saber experto o del saber especializado que se relaciona con la configuración de las sociedades modernas. No obstante, el papá de Milagros, refiere una relación asimétrica en la conversación al referirla como inhumana o de insensibilidad. Ciertamente, una característica de las prácticas de discriminación ante las personas con discapacidad es suponer su grado inferior de humanidad. Ello supone la construcción de significados socioculturales de inferioridad ante las personas con discapacidad. Esta experiencia del papá de Milagros contrasta con la perspectiva de un abuelo materno de nieto con discapacidad, quien reconoce la importancia de los médicos aunque implique opiniones encontradas entre estos:
Acudir a una institución para recibir atención para mi nieto es una bendición, porque ellos te dicen que es lo que debes hacer. En realidad cuando nace un nieto con discapacidad es una situación muy dura porque cada médico te dice algo muy diferente y te entra el miedo, la incertidumbre… tú te preguntas ¿qué es lo que podrá hacer?, ¿logrará caminar?, ¿podrá hablar?, es una angustia de todos los días, y además lo delicado de su salud es un reto más.
Esta narración refiere algunas emociones asociadas a la condición de discapacidad del nieto, como son angustia, miedo o incertidumbre. Pero estas emociones al ser socializadas cuando se acude a una institución de atención a la discapacidad son emociones compartidas, esto remite a los procesos de significación social que se construyen socialmente. Asimismo, están presentes los riesgos compartidos con la institución que brinda rehabilitación, por ejemplo, en el plano de la salud del nieto. En este plano de la interacción social la mamá del hijo con discapacidad moderada refiere:
Si vas a un parque te preguntan por qué no camina, o por qué no habla preguntan los demás, la gente externa… Me ha servido mucho irme quitando los prejuicios de la gente, en los columpios me preguntan cuántos años tiene. Ahora digo mi hijo tiene un problema motor, en un principio decía muchas explicaciones pero ahora soy más directa. En un principio no deseas que te pregunten, por no dar explicaciones. Yo mentía para que no me preguntaran las personas, ya después no doy explicaciones, la gente es necia igual.
1 El texto forma parte de una serie de entrevistas a profundidad realizada en el marco de una investigación con padres de familias que cuidan a niños en condición de discapacidad. Las entrevistas fueron realizadas por el autor en el año de 2015 dentro de un Centro de Rehabilitación Infantil de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Asimismo, las narraciones transcritas que continuarán han sido tomadas del contexto de dicha investigación.
La narración de la mamá remite a la interacción en un espacio público, escenario de convivencia social, en el cual se presenta el interés de parte de las personas para averiguar sobre las condiciones del hijo, este interés puede estar basado en la diferencia del niño que al tener un impedimento para caminar se convierte en motivo de distinción. Susceptible de ser interpretado como un niño diferente, elemento que la mamá interpreta como motivo de potencial vergüenza: “ya después no doy explicaciones”. Estas emociones de vergüenza también se presentan en los varones, por ejemplo, el papá de un hijo con discapacidad neuromuscular refiere:
Cuando le dije a mi mamá, le dejé que mi hijo tenía síndrome de West, ella no supo que hacer y se alejó, cuando ella nos vio bien a nosotros, como que ella no supo que decir. Como que las personas no saben cómo reaccionar. Dicen que el hombre es fuerte, eso es mentira, el entendimiento fue más rápido de mi esposa, poder hacer natural las cosas, yo mismo me complico, y se supone que el hombre da tranquilidad. A los hombres nos cuesta mucho trabajo entender, abrirnos. Somos más testarudos. Me he puesto mi bandera de me vale.
La narración del papá refiere el escenario de las relaciones familiares, en las cuales al ser un espacio de mayor intimidad, se favorece la expresión de experiencias más personales. No obstante, el tema de la narración remite a un plano de comunicación basado en la lejanía y el silencio ante un suceso relacionado con la discapacidad de un hijo/nieto. Asimismo, parece existir una mayor celeridad en el proceso de significación en torno a la experiencia del cuidado de personas con discapacidad de parte de cuidadores que se muestran flexibles y abiertos a la comunicación de expresar sus experiencias y expectativas.
Finalmente, estas narraciones despliegan distintas colocaciones y perspectivas relacionadas con la construcción social de la discapacidad. Por un lado, están presentes los discursos del saber los cuales dan cuenta de principios y supuestos propios de cada rama de especialidad que se relaciona con la atención a personas con discapacidad. Por otro lado, está presente el nivel institucional el cual brinda certidumbre ante momentos de crisis que viven y experimentan los individuos. Asimismo, está presente el espacio de lo público el cual, al desplegarse en la vida cotidiana expresa significados construidos intersubjetivamente. Al final es viable suponer cómo el escenario de lo doméstico en el que prioritariamente se destina el cuidado de las personas con discapacidad reproduce formas interiorizadas provenientes del espacio exterior, y que reproducen formas de comunicación fragmentada, asimétrica y acotada. Por tanto, el reto es ir más allá de estas determinaciones para acceder a formas de agencia de parte de los actores y de trasformación de estas condiciones sociales. Una posibilidad está presente en los recursos que ofrece la terapia familiar desde el enfoque del construccionismo social.
Las nuevas formas de familia se relacionan con la diversificación de estructuras y arreglos familiares, las dimensiones económicas en el ingreso, el incremento de hogares con jefatura femenina, la reducción del tamaño promedio de las familias y las trasformaciones en las relaciones de género. No obstante, existe el reto ante estas nuevas formas de familia de abordarlas según las reconfiguraciones dentro de un régimen de trasformación de valores globales. Es decir, considerar estas nuevas formas de familia configuradas según la evolución de la tecnología, la fragmentación de las identidades, la paternidad gay, la maternidad lésbica resultado de la fertilización in vitro, de hijos por prestación de útero, modificación de la parentalidad, la fertilización in vitro y la reproducción asistida, por nombrar algunos cambios en la trasformación de lo familiar.
Estas trasformaciones requieren ser acompasadas desde un abordaje de terapia familiar en nuevos fundamentos de acción y reflexión. Siguiendo con una perspectiva construccionista social se enfatiza la flexibilidad en el punto de vista, es decir, no sólo en los fundamentos, sino en la validación de distintos principios que igualmente poseen legitimidad en la apertura hacia la vida. Por ello se celebra, la diferencia y la pluralidad de realidades en experimentar el cuerpo y construir la vida desde él. Estar conscientes de que los mundos de exclusión, rechazo y marginación ante las personas con discapacidad se construyen desde significados unívocos. Se requiere pues, adoptar un diálogo ante el otro que busque la creación de nuevas posibilidades de aceptación y colaboración. Se trata de asumir valores de trasformación al relacionarse de manera flexible y abierta. Al nombrar desde la experiencia del otro, se crean significados compartidos y validados mutuamente.
En efecto, se trata de una relación en pie de igualdad frente al otro, una dialógica relacional. Con la finalidad de evocar múltiples voces, que buscan ser legítimamente escuchadas y desde las cuales la fuente de significado descansa en el proceso relacional compartido.
Laura Fruggeri (1998) plantea ir más allá de los reduccionismos propuestos por el constructivismo radical y el acceso a nuevas prácticas psicoterapéuticas que consideren elementos sociales como construcción de la realidad.
Es decir, considerar al observador dentro del campo de lo observado, ello supone un plano de auto reflexividad de parte del terapeuta, así como sus modelos teóricos desde los cuales interpreta la realidad y los discursos que reproduce con su práctica. Con ello la práctica psicoterapéutica de conversar con familias con personas en condición de discapacidad, supone el establecimiento de una realidad construida en redes de relaciones con elementos cognitivos, emotivos y afectivos configurados mediante formas institucionales. Igualmente, el proceso psicoterapéutico supone recuperar la historicidad en la cual se han sucedido las conversaciones en las cuales se configura y significa una noción de discapacidad. No obstante, para Fruggeri cada persona en el contexto de simultaneidad de situaciones construye y da sentido a su propia experiencia, en el marco de las relaciones que la rodean. La acción intencional que define cada persona se relaciona con la construcción de realidades en las cuales se han configurado socialmente experiencias de discapacidad.
Algunas implicaciones prácticas de una postura socioconstruccionista propuesta por Fruggeri remite al establecimiento de conversaciones desde el consenso, el establecimiento de hipótesis de trabajo formuladas a partir de los participantes en un tenor de colaboración. Por tanto, las distintas nociones de discapacidad se relacionan con las situaciones y significados experimentados por cada uno de los participantes, y sus espacios de asimetría en los cuales han participado. Por todo lo anterior, es viable considerar que el cambio emerge al subrayar más discursos o experiencias narrativas que lo hacen más propicio. Es decir, la psicoterapia socio-construccionista hará énfasis en el proceso de construcción de significados, de discursos y narrativas en un plano de mayor horizontalidad.
Sin duda, el pensar desde una práctica psicoterapéutica de terapia familiar desde el paradigma del construccionismo social implica el desarrollo de un pensamiento sistémico. Y pensar sistémicamente requiere dejar las certezas, las verdades, los prejuicios de una razón universal. Pensar sistémicamente o pensar colaborativamente con el otro remite a actuar en situaciones encarnadas por personas sintientes. Donde el observador permanece implícitamente involucrado a aquello lo cual observa. Resulta de enorme importancia cuestionarnos cómo es que llegamos a convertirnos en la persona que somos hoy, y qué tipo de relaciones nos favorecen un aprendizaje más abierto y flexible con el entorno. Que capacidades, imaginarios y sensibilidades emergen al relacionarnos con los otros.
Por otra parte, el abordaje de problemas implica considerarlos más bien como problemas de exclusión, discriminación y segregación que se relacionan con el tema de la discapacidad. Y estos problemas supone considerarlos en el marco de formas de relación entre los participantes que reproducen tales problemas. En efecto, un observador establece distinciones que a su vez implican formas de disolver o recrudecer un problema. Es decir, se es al mismo tiempo un observador participante del sistema el cual observa y con su observación dota de comprensión a los diferentes componentes del sistema. De allí la importancia de mantener un diálogo externo con los otros a nuestro alrededor. Pensar “con” y hablar “con” remite a permanecer involucrado sobre el dominio conversacional bajo el cual se habla. Se trata de una conversación participativa de construcción de pensamiento colaborativo y sistémico. Por ello, es posible situarnos y orientarnos desde conversaciones generadoras de nuevas teorías, generadoras de nuevos métodos de producción de conocimiento y aprendizaje colaborativo. Por ejemplo, la construcción de nuevas prácticas de producción de saber, generadoras de distinciones que construyen los objetos de los cuales se expresan. Ello implica una dualidad en la producción de sentido y de sensibilidad.
Finalmente, los cambios en las estructuras o sus contextos imprimen a su vez cambios en las maneras en que pensamos, sentimos, escuchamos o nos relacionamos. Esto inevitablemente imprime modificaciones en las formas en que nos orientamos frente al otro y a su vez modifica nuestras percepciones sobre nosotros mismos. Se trata de una sensibilidad construida a partir de un contexto de cohesión de sentido social compartido. Al estar involucrados con los otros estamos en el encuentro del otro. Cada pronunciamiento contiene implicaciones sobre el ahora, así entonces se requiere una actitud de responsabilidad al nosotros tal como lo refiere Lévinas. En efecto, el reto es ir más allá de una asimetría en las relaciones, puesto que fácilmente caemos en limitaciones explicativas o de orientar al otro, práctica que inevitablemente reproduce una falta de colaboración.
Es posible concluir con algunas respuestas a las preguntas que fueron guías de este trabajo. A saber: ¿en qué medida las familias pueden ser objeto de estudio? ¿Qué relaciones están presentes en las configuraciones familiares en cuanto a los procesos de configuración de identidades, sus escenarios estructurales, económicos, laborales y globales tan cambiantes?
Al exponer algunas condiciones de los modelos de familia en transición, es posible subrayar que estos modelos de familia permanecen en un reto de ir hacia la creación de relaciones democráticas, por ejemplo, en la relación entre los géneros. El paradigma construccionista social puede construir una visión de relaciones democráticas al interior de la dinámica interna de las familias. Si bien en México continúan siendo en la actualidad las familias el espacio de crianza de la niñez en la primera infancia. Es necesario favorecer relaciones en la dinámica interna familiar que sean democráticas, fundadas en la equidad de género y una perspectiva de derechos. Por ejemplo, de derechos de la niñez que impliquen considerar a los hijos como seres en desarrollo.
Igualmente, es necesario pasar de una ética centrada en el individuo o etnocéntrica, para incursionar a una ética del nosotros. El reto es incursionar hacia modelos de familia que se funden en la confianza, comprensión y el afecto mutuos. Pensar en un horizonte posible de inclusión de otras formas de familias, por ejemplo, las familias inmigrantes, familias con maternidad lésbica, familias con paternidad gay, familias con integrantes en condición de discapacidad. Finalmente, si consideramos que el mundo es reflejo de la construcción del hombre, entonces es posible suponer que el hombre no ha podido construir un mundo más justo y más humano para su misma descendencia, y que solo atestiguamos discursos que no han logrado construir un sentido de humanidad más humano que el atestiguado actualmente. Las funciones del Estado deberían ser de preservar la vida, las condiciones de salud y la educación, mediante la institucionalización de los servicios centrados en el bienestar. No obstante, en un régimen socioeconómico neoliberal se hace evidente cómo el mercado juega un papel preponderante en asumir las funciones que en un proceso de hipermodernización deberían ser asumidas por el Estado, es decir, en una condición de orden racional o del estado benefactor, el Estado debería de crear las condiciones de un sistema de bienestar social que provee de satisfactores para el bienestar de la vida. No obstante, aún permanece un régimen que familiariza las problemáticas sociales y globales. Peor aún, parece existir la mercantilización de las necesidades de la población.
Finalmente, la terapia familiar desde el enfoque del construccionismo social ofrece recursos en la construcción de relaciones democráticas en las familias, al favorecer conversaciones centradas en la colaboración y la aceptación mutua. En el caso de las experiencias de discriminación, rechazo o exclusión social, producto de las desigualdades sociales, la participación reflexiva de parte de los sujetos favorece la posible trasformación de estas condiciones, a manera de fases, por ejemplo, en la toma de conciencia de las condiciones de opresión social, en la crítica de las condiciones sociales las cuales reproducen relaciones asimétricas y la apertura hacia el cambio.
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