ABSTRACT
La historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. Así, la filosofía perenne sumada al movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica, es un nuevo paradigma de conocimiento que puede ser aprehendido mediante un mándala epistemológico, el cual posibilita una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa. Tantos cambios de paradigmas contribuyen a la trascendencia holística de la razón hacia el espíritu a modo de un Segundo Renacimiento Humanístico.
Palabras clave: filosofía, psicología, sociología, ciencia, educación.
Aunque desde la antigüedad se han utilizado los mándalas con fines contemplativos y religiosos, a partir de las investigaciones de Carl G. Jung (2009), los mándalas sobrepasan el ámbito del pensamiento místico y comenzaron a utilizarse también con fines terapéuticos (Ribera, 2009). Jung (2003) consideraba los mándalas como una representación arquetípica del inconsciente colectivo. Según Jung, los mándalas poseen un poder extraordinario porque son imágenes sagradas que representan la psique integrada, un “sí-mismo” como el arquetipo central de lo inconsciente colectivo. Por excelencia, el “sí-mismo” es una unión de los opuestos cuyo símbolo es el círculo o mándala, representando así el fin último del proceso de individuación. Psicológicamente, los mándalas represen-tan la totalidad de nuestro Ser, y dado que reflejan la psique humana, cada persona responde a ellos instintivamente, más allá de su edad, género, raza, cultura, etcétera, pudiendo asemejarse a un viaje hacia nuestra esencia, iluminando zonas del ca-mino que hasta entonces habían permanecido obscuras y hasta ese momento ocultas, permitiendo que brote la sabiduría de nuestro inconsciente (Baguera, 2007).
El mándala aquí argumentado como epistemológico, postula la integración del saber científico (episteme de lo conmensurable) con la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable), una fusión respectivamente de la razón con el espíritu en un ejercicio de trascendencia desde la no dualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y a la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir a la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad.
La idea de un mándala epistemológico no es nueva en el ámbito científico. En el libro The Mind’s New Science: A History of the Cognitive Revolution, Howard Gardner (1985) describe mediante un “hexágono cognitivo” las interrelaciones de seis campos científicos: la filosofía, la psicología, la lingüística, las ciencias sociales, la computación electrónica y las neurociencias. Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, este artículo pretende de un modo similar desgranar las secuencias cognitivas a modo de paradigmas que operan y se retroalimentan con interdependencia entre seis áreas del conocimiento: la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad.
El pensamiento occidental se ha caracterizado por la constante universal de abordar el problema del hombre desde el dualismo: materia y espíritu, cuerpo y alma, cerebro y mente. Las teorías dualistas acerca de los principios de la realidad humana se inspiraron en el pensamiento griego platónico-aristotélico, después asumido por las escuelas escolásticas. Toda la historia de la filosofía occidental está transitada por la inquietud de encontrar la solución al problema del conocimiento, en definitiva, intentar dar una explicación coherente de la conciencia.
En la Edad de la Razón, Kant mediante sus Tres críticas, La crítica de la razón pura (Kant, 2005), La crítica del juicio (Kant, 2006a) y La crítica de la razón práctica (Kant, 2008), produce respectivamente la diferenciación de la ciencia (ello), el arte (yo) y la moral (nosotros). El resultado tras la diferenciación, a decir de Wilber (2005a, p. 466), fue concluyente: “Dios en cualquiera de sus formas fue declarado muerto, sólo la naturaleza estaba viva. La razón, en reacción al mito, eligió así mirar casi exclusivamente hacia abajo, y en esa mira-da fulminante nació el mundo occidental moderno”.
La división dualista entre materia y mente, naturaleza e ideas que ha persistido en la civilización occidental, se convertiría en un exacerbado racionalismo pragmático (mundo externo o “mapa sociológico”) y un descuidado racionalismo espiritual (mundo interno o “mapa psicológico”) (Martos, 2012a). La psicología positivista y reduccionista relegó la esencia del ser humano a un simple subjetivismo, dando así alas a la filosofía materialista, cuyas ciencias nos prometieron el conocimiento último de toda realidad mediante el instrumento más novedoso descubierto por Kepler y Galileo: la medición. Así como Aristóteles se había dedicado a clasificar, Kepler y Galileo se propusieron medir. Así procedieron todas las disciplinas científicas hasta descomponer la naturaleza en tantas partes como ciencias tenemos hoy en día hasta la llegada de la física cuántica, la cual posibilitó considerar el otro modo de saber, el no dual entre sujeto y objeto, el místico, el trascendental, diferente pero complementario con el método científico. Dos modos de saber epistemológicamente argumentados por Ken Wilber (2005c) en su obra El espectro de la conciencia.
La física cuántica había conducido a otro dualismo, el de lo material frente a lo mental. La ciencia y la tecnología son símbolos de evolución social y cultural, sin embargo, no exclusivamente al servicio de la humanidad, sino predominantemente al servicio del “ego” plutocrático (oligarquía financiera) que socava los Derechos Humanos y la libertad de la humanidad. ¿Y cómo se ha llevado a cabo tal manipulación social y mental? Principalmente, mediante el control sobre la economía y la política (Galbraith, 2007), pero también, sobre los medios de comunicación (Chomsky, 2002), supeditando todo ello a una oligarquía financiera (Navarro, 2012). La deriva de ello es que, imperceptiblemente para muchos ciudadanos, hay un adoctrinamiento psicológico mediante el secuestro de la democracia (Rubiales, 2005) y el sistema educativo (Illich, 2011) en favor de los intereses de la burguesía capitalista así como de la curia eclesiástica, todo un servilismo condicionado desde arriba hacia abajo. Una vez secuestrado el sustrato intelectual que posibilita el desarrollo holístico de todo individuo, lo siguiente fue inocularle el virus de la desinformación (Otte, 2010) y con ello, irremediablemente, se produciría el advenimiento de la sociedad de la ignorancia (Mayos y Brey, 2011).
La información y el conocimiento están secuestrados por los oligopolios transnacionales para hacer dinero a costa de la biosfera, la salud y la vida de la humanidad (Jara, 2007). El eufemístico pensamiento único neoliberal ha dominado en la globalización económica de los mercados por encima de las personas, ajando así a la moralidad humana excelsamente definida por Kant (2006b) en su imperativo categórico, un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos.
Occidente, con el cambio de paradigma desde la física clásica a la física cuántica, ha visto resquebrajada su “rígida estructura” epistemológica: el dualismo entre sujeto y objeto. Y desde entonces, unos atrevidos “místicos cuánticos” se atrevieron a trascender el racionalismo pragmático y la filosofía materialista de Occidente median-te la espiritualidad presente en la filosofía perenne. En esa línea de pensamiento, Fritjof Capra (2000) supuso el punto de partida de numerosas publicaciones sobre la interrelación entre el universo descubierto por la física moderna y el misticismo antiguo, principalmente oriental. Sin embargo, a mi entender, Ken Wilber es el autor más prolífico en la citada tarea: en El espectro de la conciencia (Wilber, 2005b), realiza una síntesis de religión, física y psicología, refutando la filosofía del materialismo; en Ciencia y religión (Wilber, 1998), muestra de qué manera la ciencia es perfectamente compatible con las grandes tradiciones espirituales del mundo y abre con ello la visión occidental del mundo a las grandes tradiciones de la sabiduría perenne. Pero, sin lugar a dudas, Sexo, Ecología, Espiritualidad (Wilber, 2005a) es su obra magna don-de analiza la evolución de todo lo existente, desde la materia a la vida, concluyendo con su teoría conocida como los “cuatro cuadrantes”: interior individual (yo), exterior individual (ello), interior colectivo (nosotros cultural) y exterior colectivo (ellos). Desde el surgimiento de la mecánica cuántica, no son pocos los científicos que intentan una reconstrucción epistemológica de la realidad por conocer, postulando universos paralelos y otras dimensiones (Kaku, 2007), también de que el cerebro es un holograma que interpreta un universo hológráfico (Wilber, 1987a). Se impone la pregunta: ¿Cómo sabemos lo que sabemos?, y si ese saber es cierto.
El materialismo científico se halla ante un tótum revolútum. La física cuán-tica ha causado una brecha epistemológica entre ese mundo exterior por conocer (sociología) y el mundo interno (psicología) por descubrir entre sujeto y objeto. Las neurociencias ponen en cuestión el libre albedrío (Gazzaniga, 2012), y desde la neuropsicología se alude a que nuestra realidad objetiva es maya —ilusión— (Morgado, 2015). Según se cree, el propio Einstein dijo: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (Einstein, 2008), que resuelve la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo. El supuesto básico de la Teoría de la relatividad es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Y a dicha cuestión de la temporalidad, se suma la teoría del desdoblamiento del tiempo del físico francés Garnier (2012) quien, siguiendo los fundamentos de la física cuántica, afirma que cada uno de nosotros tiene otro “yo”, un doble con quien intercambiar información a través del sueño paradoxal. Este principio del desdoblamiento, según Garnier, era recogido por San Juan en el Apocalipsis, también por Platón, los egipcios, algunos pueblos africanos, los chamanes de América del Norte, los “bushmen” de Namibia y los aborígenes australianos. La espiritualidad es un sueño perenne de la humanidad que incluso deja huellas antropológicas (Centineo y Gianfrancisco, 2011) y que debe ser integrada científicamente, pero eminente-mente de un modo psicológico.
Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011: 18):
La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino Steuco en 1540 en su libro De perenni philosophia, un tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de la historia. (…) Esta unidad en el conocimiento humano deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la existencia de una realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en determinadas condiciones especiales.
Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Según Iker Puente (2011, p. 24):
La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fundadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación transpersonal surge, pues, del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
La filosofía perenne propugna la trascendencia del ilusorio dualismo entre cuerpo y mente mediante la meditación, logrando así la unicidad del propio ser humano con el universo, un camino de sabiduría que pretendidamente conduce hasta la iluminación (Wilber, 2005d). En dicho sentido, un equipo de psiquiatras del Hospital General de Massachusetts ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación durante ocho semanas puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publica-das en Psychiatry Research (Lazar, 2011), la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.
Pero si hablamos de iluminación, es imperativo recordar la alegoría del Mito de la Caverna de Platón (Truyol, 1981), que alude al despertar cognitivo del sujeto cognoscente en el Mundo de las Ideas, cuya idea suprema es el Bien. Es el mismo amor profesado por santos, budas, yoguis, místicos, chamanes, sacerdotes y videntes en su interior. Ese camino de crecimiento interior ha sido obviado por Occidente y evidenciado por pensadores cualificados: Baudrillard (2005) con la hiperrealidad, y Bauman (2007) con la sociedad líquida, respectivamente la conciencia fragmentada (del “yo”) y la ausencia de amor (entre “nosotros”), son las causas de todos los males de Occidente (Martos, 2012b). A dicha degeneración cultural cabe sumar una razón obnubilada por un pensamiento débil (Vattimo, 2006) que sólo apuesta por el individualismo, la competencia y un imposible crecimiento infinito en un mundo finito (Latouche, 2011), y que conduce a la destrucción no sólo de la biosfera sino también de la noosfera. La razón (yo-ego) aniquilando al espíritu colectivo (nosotros), esa es la historia de Occidente y, por antonomasia, el fracaso epistemológico de la filosofía materialista (Martos, 2015b). La crisis epistemológica de la filosofía materialista que sustenta a Occidente está propiciando la posibilidad de considerar la perenne espiritualidad, el otro modo de saber. Aunque el saber revelado ha estado secularmente en manos de las religiones, el surgimiento del movimiento conocido peyorativamente como misticismo cuántico, está allanando el sendero hacia la espiritualidad como una dimensión moral que ya fue fundamentada por el inconmensurable Kant (2008).
La obra La crítica de la razón práctica de Kant trata de la filosofía ética y moral que, durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda la filosofía moral. El imperativo categórico (Kant, 2006b) es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Sin embargo, el pensamiento occidental no ha integrado aún el “ello” (ciencia), el “yo” (arte) y el “nosotros” (moralidad) diferenciados por Kant.
Estas tres jerarquías cognitivas se hallan actualmente divididas entre un racionalismo pragmático (la razón-“yo”- proyectada en la naturaleza-“ello”) y un racionalismo espiritual (la razón-“yo”- proyectada en el espíritu- “nosotros”) (Martos, 2015c), una eterna lucha respectivamente entre el materialismo y el idealismo, tantas veces confrontados en la historia del pensamiento y todavía pendientes de integración de un modo científico y psicológico. Descartes ha muerto metafóricamente hablando en referencia al dualismo sujeto-objeto, y Kant está más vivo que nunca en razón del incumplimiento de su imperativo categórico por la humanidad. ¿Y cómo se llega a ese estado de gracia donde sólo reine la paz y el amor?
Mediante la trascendencia consciente y voluntaria hacia la espiritualidad pro-puesta por la filosofía perenne, en el mismo sentido metafórico que Platón plasmó en el Mito de la Caverna (Truyol, 1981). Sin embargo, filosofar se ha convertido en un pensamiento complejo (Morin, 1994) en or-den a tener una comprensión del mundo como sistema entrelazado. El estudio de lo complejo ha impactado también en el ámbito más directo de las interacciones de los seres humanos: la educación, la interpretación de la sociedad, la política, y la comprensión del momento actual que vive la humanidad. Esa complejidad, la expresa certeramente el filósofo francés Edgar Morin (2004: 224) “se trata de enfrentar la dificultad de pensar y vivir en la búsqueda de soluciones a los problemas contemporáneos y la construcción del futuro”. Para tal fin, Morin (2005: 661) nos indica el camino a seguir:
Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa, educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.
Social y políticamente, ¿quién controla lo que hay que saber y cómo transmitirlo? Iván Illich (2011), ya en 1971, realizó una crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías modernas, pues considera que dicha educación se reduce al consumismo, forzando a los aprendices a cursar un currículo obligatorio que perpetúa la sociedad de clases. Si cada época en la historia ha requerido de un tipo de pedagogía una escuela de pensamiento, ¿qué tipo de pedagogía y pensamiento requieren los tiempos actuales?
El maestro de física Carlos González Pérez (2011) mediante su obra Veintitrés maestros, de corazón: un salto cuántico en la enseñanza, ayuda a descubrir los enormes potenciales que habitan en el interior de los alumnos, posibilitando el empoderamiento más allá de la mente programada y de las creencias.
Mediante La educación prohibida (película-documental sobre la educación progresista en oposición a la educación tradicional en: www.educacionprohibida.com), German Doin se ha convertido también en un referente del proyecto Reevo, una plataforma web de una comunidad de activistas en red con el fin de documentar, mapear e impulsar iniciativas vinculadas a experiencias de la educación no convencional que se centran en el aprendizaje y pleno desarrollo de los seres humanos en comunidad respetando su vida, su cultura y su entorno.
María Acaso con sus libros La educación artística no son manualidades (Acaso, 2009a), El lenguaje visual (Acaso, 2009b) y Reduvolution (Acaso, 2013), empodera a los educadores que desean llevar a la práctica el cambio de paradigma que la educación necesita: mientras que todo se transforma, el mundo de la educación permanece anclado en un paradigma más cercano al siglo XIX y a la producción industrial que a las dinámicas propias del siglo XXI.
Por último, La educación cuántica (Martos, 2015b) es una obra epistemológica que propone un nuevo paradigma de conocimiento al reinterpretar la historia del pensamiento occidental mediante la recuperación de la sabiduría presente en la filosofía perenne; replantea las relaciones entre la ciencia y la espiritualidad a la luz de las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica; cuestiona el tradicional sistema educativo y propone una pedagogía activa y libertaria. Para tales fines, propugna una renovada filosofía de la mente (epistemología hermenéutica) en oposición a la visión mecanicista, industrial y positivista de la escolarización tradicional.
Wilber (2005c) aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (2005b, p. 55-56):
Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo.
Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber, 1987b) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal (Martos, 2015d), y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad (Martos, 2015e).
Con la diferenciación kantiana de la ciencia (“ello”), la moralidad (“nosotros moral”) y el arte (psicología del “yo”), se produce una diferenciación de tres esferas. En palabras de Wilber (2005a, p. 457) “En el sincretismo mítico y mítico-racional, la ciencia, la moralidad y el arte, están todavía global-mente fusionados. (…) Con Kant, cada una de estas esferas se diferencia y libera para desarrollar su propio potencial”.
En primer lugar, con La crítica de la razón pura, Kant nos remite a la esfera de la ciencia empírica que trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje científico. Sin embargo, la física cuántica ha desintegrado la “rígida estructura” dualista que sustenta al materialismo científico (Wilber, 2005c). También las neurociencias nos dicen que la realidad objetiva es maya-ilusión (Morgado, 2015). Irremediablemente, el materialismo científico sufre una crisis epistemológica en su intento de explicarnos el mundo exterior, despejando así el horizonte para otro modo de saber, el misticismo contemplativo, que pertenece propiamente al mundo interior de cada persona. La ciencia por antonomasia es la ciencia del Ser, y ello, es un sendero espiritual que está más allá del reduccionismo científico (Sheldrake, 2013) y el dogmatismo religioso (Dawkins, 2007): es un terreno abonado para hacer filosofía transpersonal (Martos, 2010) más allá del descalificativo “misticismo cuántico”.
Consecuentemente y en segundo lugar, dicho giro copernicano de la ciencia en la concepción de la naturaleza, remite inexorablemente a la profundidad intelectual descrita por Kant en La crítica del juicio, es decir, a la psicología, ese lugar de la esfera del arte o juicio estético, y que se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad. Sin embargo, desde la Edad Moderna, y con el surgimiento del capitalismo y su última metamorfosis el pensamiento único neoliberal, el ego de las personas (yo) ha salido muy dañado, pues ha quedado fragmentado y disociado de la colectividad (nosotros) (Martos, 2012b), y por antonomasia es el fracaso epistemológico del pensamiento occidental (Martos, 2015b, p. 275):
En la segunda mitad del siglo XX, aparecen diversas corrientes de pensamiento posmodernistas coincidien-do en que, el proyecto modernista, fracasó en su intento de renovación de las formas tradicionales del arte y de la cultura, el pensamiento y la vida social. (…) La posmodernidad, entendida como superación de la Edad Moderna, también ha fracasado en su intento de lograr la emancipación de la humanidad.
Ciertamente, el filósofo y físico Mario Bunge (2002), apunta que la filosofía académica actual se encuentra en un preocupante estancamiento. También el historiador Josep Fontana (2011) se ha convertido en una referencia para entender los acontecimientos históricos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Siete décadas después de la Segunda Guerra Mundial, las diferencias entre los muy ricos y los otros son mayo-res que nunca. Esa acentuada divergencia entre la riqueza y la pobreza, profundizada por el eufemístico pensamiento único neoliberal, es la causa de la crisis moral que padece actualmente la humanidad y que, en contraposición, ha surgido el altermundismo como movimiento social globalizado representado por el Foro Social Mundial que se celebra desde el año 2001. Ante la gravedad del caos civilizatorio al que nos ha conducido la racional-modernidad, solo queda como solución el tercer mundo diferenciado por Kant: el “nosotros” o la espiritualidad.
Efectivamente, en tercer lugar, Kant, mediante La crítica de la razón práctica, nos remite a la esfera práctica o razón moral, la interactuación pragmática, la interrelación en términos que tenemos algo en común, es decir, el entendimiento mutuo. El imperativo categórico de Kant (2006b), es una excelsa definición racional del amor, todo un racionalismo espiritual cuya aplicación práctica posibilita la sanación trascendental.
Efectivamente, el pensamiento kantiano debe ser reivindicado y trascendido por el pensamiento occidental, quien remite al “nosotros” como asignatura pendiente (Martos, 2015b, p. 276):
Ahí radica el gran fracaso de la actual civilización, la falta de entendimiento y acuerdos para volver a poner al hombre en el centro de nuestro uni-verso, y no simplemente como me-dio de explotación del hombre por el hombre, una lucha de clases presente en el pensamiento marxista y que, a día de hoy, sigue más vigente que nunca en la historia.
Por un lado, el dualismo entre ciencia y religión (saber racional y saber revelado), son dos modos de saber que deben ser integrados desde la no dualidad por el sujeto cognoscente en tanto que debe ser objeto de conocimiento de sí mismo, haciendo asertivo el aforismo griego: “Conócete a ti mismo”. Por otro lado, la todavía insuperable filosofía kantiana remite hacia el “nosotros”. El camino a seguir es indudable: por un lado la introspección de los propios pensamientos hasta alcanzar la pretendida sabiduría, y por otro lado, la aplicación práctica de dichos conocimientos mediante el amor. La sabiduría y la compasión son los fundamentos de toda espiritualidad que se precie de ser llamada así (Wilber, 2005a, p. 389-392):
El camino del Ascenso es el camino de lo Bueno; el camino del Descenso es el camino de la Bondad. (…) Los Muchos volviendo al Uno y uniéndose a Él es lo Bueno, y es conocido como sabiduría; el Uno de vuelta y abrazando los Muchos es Bondad, y es conocido como compasión.
Sí, efectivamente, El ideal de la sabiduría (Droit, 2011) y el amor son los bálsamos para la sanación trascendental del ser humano (Martos, 2015b, p. 289):
La sabiduría y el amor no pueden ser encapsulados y prescritos por un médico, sino que deben ser aprehendidos consciente y prácticamente por todo sincero buscador de la verdad. Porque no hay mayor verdad que el amor [espiritualidad], y el amor a la verdad es el camino [filosofía].
El peregrinaje de la razón a través de la historia del pensamiento, propició los senderos divergentes entre la sociología (racionalismo pragmático) y la psicología (racionalismo espiritual). El reduccionismo psicológico en alianza con la filosofía materialista, serían los encargados de dar cuenta de esa “realidad” de ahí fuera, desplazando así de un modo histórico y psicológico a la filosofía perenne, hasta que el movimiento peyorativamente llamado misticismo cuántico recuperó esa ancestral sabiduría como un sendero de sanación trascendental para los males de Occidente. Imperceptiblemente para muchos, se está produciendo una trascendencia holística desde la razón al espíritu a modo de un Segundo Renacimiento Humanístico (Martos, 2015a). ¿Qué grandes cambios se ciernen en la actual civilización y que pasan des-apercibidos para los escépticos materialistas científicos? El mándala epistemológico hasta aquí argumentado evidencia que la actual civilización está sufriendo cambios de paradigmas en estas áreas del conocimiento:
— Filosofía: De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal (Martos, 2010).
— Psicología: De la psicología tradicional a la psicología transpersonal y, por tanto, de la conciencia personal a la conciencia transpersonal (Martos, 2008).
— Sociología: Del neoliberalismo al altermundismo (Martos, 2012b).
— Ciencia: De la filosofía materialista a la filosofía perenne (Martos, 2015a).
— Educación: De la educación tradicional a la educación cuántica (Martos, 2015b).
— Espiritualidad: De las religiones exotéricas a la religión esotérica (Wilber, 2005b).
La visión espiritual inherente al ser humano precisa de un giro participativo (Ferrer y Sherman, 2011) a la espiritualidad, el misticismo y el estudio de las religiones, cuestiones que pertenecen propiamente a la metafísica. En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
Los pensadores transpersonales tienen una característica pensativa en común: poseen un racionalismo espiritual que propugna la trascendencia de la dualidad (entre sujeto y objeto) hacía la no-dualidad (misticismo contemplativo). Sin embargo, ese modo de saber trascendental ha sido in-justamente tildado como “misticismo cuán-tico” por el materialismo científico y debe-ría ser referido como filosofía transpersonal (Martos, 2015d), un incipiente paradigma de pensamiento sin el pertinente reconocimiento desde una perspectiva académica e histórica. La historia es siempre cruel con los genuinos pensadores que piensan más allá del pensamiento dominante establecido (Gregori, 2000). Descartes (1999) camufló sus reglas del pensamiento como “Discurso” en vez de “Tratado” para escapar así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo. También el poder de los burgueses capitalistas fue puesto en entredicho por Marx, cuyo reconocimiento intelectual está siendo evidente en la actualidad (Martos, 2012b). Anacrónicamente, la historia del pensamiento occidental es la historia de un ego (yo) fragmentado y disociado de la colectividad (nosotros), un trastorno epistemológico que necesita de una urgente sanación trascendental, tal como propone de un modo pedagógico La educación cuántica (Martos, 2015b) mediante la filosofía transpersonal.
Ken Wilber (2005a) ha logrado estructurar una filosofía transpersonal que aúna la racionalidad del pensamiento occidental con la trascendencia espiritual. A ello hay que sumar la psicología transpersonal surgida como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Existen iniciativas desde el ámbito de la psicología académica para integrar lo “transpersonal” como objeto de estudio serio y científico, como acredita la revista Journal of Transpersonal Research, integrada en la Asociación Transpersonal Europea (EUROTAS). En el ámbito universitario, es digna de mención la tesis doctoral de Iker Puente titulada Complejidad y psicología transpersonal: Caos y autoorganización en psicoterapia (Universidad Autónoma de Barcelona).
Es evidente que existe por tanto un cambio de paradigma desde la psicología tradicional a la psicología transpersonal. Por psicología tradicional hay que entender a aquella forma de acercarse a lo psíquico mediante un reduccionismo materialista que ejerce violencia sobre los fenómenos de la vida anímica: nociones como “yo”, “alma”, “vivencia”, “voluntad”, “conciencia” son eliminadas cuando no modificadas por la psicología científica. Sin embargo, desde una cronología histórica, frente a la psicología tradicional se yergue la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista, la cual contribuye a sellar la brecha epistemológica entre ciencia y espiritualidad (Martos, 2012a, p. 66): “Holística y epistemológicamente, la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal están jugando un papel paradigmático en la trascendencia de la racionalidad hacia la espiritualidad, contribuyendo inherente-mente a la incubación del futuro paradigma: el racionalismo espiritual”.
Desde el cambio de paradigma de la física clásica a la cuántica, han corrido ríos de tinta contra los “místicos cuánticos” procedentes de los científicos ortodoxos. Se abrió así una brecha epistemológica que aún perdura a día de hoy y que deja al criterio de demarcación científico más dividido que nunca entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. Tras más de un siglo de diálogo entre filósofos de la ciencia y científicos en diversos campos, y a pesar de un amplio consenso acerca de las bases del método científico, los límites que demarcan lo que es ciencia, y lo que no lo es, continúan siendo profundamente debatidos. Dicha dicotomía cognitiva es un tema apasionante: en El paradigma holográfico (Wilber, 1987a), eminentes pensadores de diversas tendencias afrontan el gran tema de la relación entre Cerebro y Mente, Materia y Espíritu. En suma, estamos presenciando un inexorable acercamiento de la ciencia en las cuestiones espirituales, hasta ahora en poder de las religiones.
Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (Wilber, 2005c): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto). Este último modo de saber, aunque peyorativamente denominado “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, posibilita hablar de un racionalismo espiritual como paradigmático contrario al racionalismo pragmático que ha conducido a esta civilización a la degeneración moral y miseria planetaria (Martos, 2015c).
No solo hay una crisis epistemológica en la filosofía materialista, también se tambalean los dogmas religiosos sustentados en la fe ciega y sin atisbo de racionalidad. La filosofía transpersonal cuestiona los conocimientos transmitidos dogmáticamente por las religiones y, en su lugar, reivindica una incursión de la ciencia en la genuina espiritualidad, hasta ahora respectivamente en manos de los poderes fácticos y de las religiones. El “misticismo cuántico” es un término peyorativo que debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal (Martos, 2015d), y cuyo activismo científico ha devenido en un activismo cuántico (Martos, 2015f) des-de el surgimiento de la mecánica cuántica.
Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental. Son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami (2011), uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad y que aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores en dejar de considerar a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero. Del mismo modo, Joe Dispenza (2012), a través de la física cuán-tica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Dicho activismo cuántico es reconducido pedagógicamente en La educación cuántica (Martos, 2015b, p. 261):
Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier [y Bruce Lipton], por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad “cuántica”. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (Jung, Maslow, Grof, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal. En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo.
La razón a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. No obstante según Hegel, las “astucias de la razón” y la “burla de la historia” (Martos, 2015b, p. 64 y 189) crean símbolos ocultos solo accesibles a los cognoscentes, como este mándala epistemológico, para hacer fácil la filosofía: el rigor epistemológico unido a una interpretación hermeneuta de la historia del pensamiento posibilita, en palabras de Carter Phipps (2012 p. 38), “una visión evolucionaria del mundo para proporcionar una nueva cosmología (…) entre la ciencia y el espíritu”.
La humanidad se halla en tránsito hacia un Segundo Renacimiento Humanístico (Martos, 2015a): la integración del “yo” y el “nosotros” con la salvaguarda de la naturaleza —“ello”—; una integración que permitiría sanar y trascender la racionalidad hacia la “posracionalidad” o “visión-lógica” (Wilber, 2005a, p. 460), y para tal fin, es imperativa una evolución paradigmática de la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad.
Acaso, María (2009a). La educación artística no son manualidades. Madrid: La catarata.
Acaso, María (2009b). El lenguaje visual. Barcelona: Paidós Ibérica.
Acaso, María (2013). Reduvolution. Barcelona: Paidós Ibérica.
Baguera, Rashe (2007). La fuerza del mándala. Málaga: Hojas de luz.
Baudrillard, Jean (2005). Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós.
Bauman, Zygmunt (2007). Tiempos líquidos. Barcelona: Tusquets.
Bunge, Mario (2002). Crisis y reconstrucción de la filosofía. Barcelona: Gedisa.
Capra, Fritjof (2000). El tao de la física. Málaga: Sirio.
Centineo, L. y Gianfrancisco, M. (2011). “Arqueología de lo sagrado”. En: Journal of Transpersonal Research, Nº 3 (2), 135-156.
Chomsky, Noam (2002). Cómo nos venden la moto. Información, poder y concentración de los medios. Barcelona: Icaria editorial.
Dawkins, Richard (2007). El espejismo de dios. Barcelona: Espasa libros.
Descartes, René (1999). Discurso del método. Madrid: Ediciones escolares.
Dispenza, Joe (2012). Deja de ser tú. Barcelona: Urano.
Droit, Roger-Pol (2011). El ideal de la sabiduría. Barcelona : Kairós.
Einstein, Albert (2008). Sobre la teoría de la relatividad especial y general. Madrid: Alianza Editorial.
Ferrer, Jorge y Sherman, Jacob (2011). El giro participativo. Barcelona: Kairos.
Flores-Galindo, M. (2009). “Epistemología y Hermenéutica: Entre lo conmensurable y lo inconmensurable”. En: Cinta Moebio, Nº 36, 198-211. Facultad de Ciencias Sociales, Chile.
Fontana, Josep (2011). Por el bien del imperio. Barcelona: Pasado y presente.
Galbraith, John (2007). La economía del fraude inocente. Barcelona: Crítica.
Gardner, Howard (1985). The Mind’s New Science: A History of the Cognitive Revolution. New York: Basic Books.
Garnier, Jean-Pierre (2012). Cambia tu futuro por las aperturas temporales. España: Reconocerse.
Gazzaniga, Michael (2012). ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro. Barcelona: Paidós.
González,Carlos (2011). Veintitrés maestros, de corazón: un salto cuántico en la enseñanza. Madrid: Mandala.
Goswami, Amit (2011). Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica. Barcelona:
Kairós.
Gregori, Javier (2000). ¡Esto es imposible!: científicos visionarios a quienes nadie creyó, pero que cambiaron el mundo. Madrid: Aguilar.
Illich, Iván (2011). La sociedad desescolarizada. Argentina: Ediciones Godot.
Jara, Miguel (2007). Conspiraciones tóxicas. Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales. Barcelona: Martinez Roca.
Jung, Carl Gustav (2003). Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Madrid: Trotta.
Jung, Carl Gustav y Wilhelm, Richard (2009). El secreto de la Flor de oro. Barcelona: Paidos Iberica.
Kaku, Michio (2007). Hiperespacio. Barcelona: Crítica.
Kant, Immanuel (2005). La crítica de la razón pura. Madrid: Taurus.
Kant, Immanuel (2006a). Crítica del juicio. Barcelona: Espasa libros.
Kant, Immanuel (2006b). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Tecnos.
Kant, Immanuel (2008). La crítica de la razón práctica. Buenos Aires: Losada.
Latouche, Serge (2011). La hora del decrecimiento. Barcelona: Octaedro.
Lazar, S. (2011). “Mindfulness practice leads to increases in regional brain gray matter density”. En: Psychiatry Research: Neuroimaging, Nº 191(1), 36 a 43. Hospital General de Massachusetts, Harvard Medical School, Boston, EE.UU.
Lipton, Bruce (2007). La biología de la creencia. Madrid: Palmyra.
Martos, Amador (2008). Pensar en ser rico. De una conciencia materialista a una conciencia humanística. Madrid: Bubok.
Martos, Amador (2010). Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal. Tarragona: Silva.
Martos, A. (2012a), “La evolución de la conciencia desde un análisis político, social y filosófico transpersonal”. En: Journal of Transpersonal Research, Nº 4 (1), 47-68.
Martos, Amador (2012b). Capitalismo y conciencia. Madrid: Bubok Publishing.
Martos, Amador (2015a). Podemos. Crónica de un renacimiento. Málaga: Corona Borealis.
Martos, Amador (2015b). La educación cuántica. Málaga: Corona Borealis.
Martos, A. (2015c). “Prólogo”. En: Martos, La educación cuántica (pp.13-37). Málaga: Corona Borealis.
Martos, A. (2015d). “Filosofía transpersonal”. En: Martos, La educación cuántica (pp.67-75). Málaga: Corona Borealis.
Martos, A. (2015e). “Nuevo paradigma de conocimiento”. En: Martos, La educación cuántica (pp.92-100). Málaga: Corona Borealis.
Martos, A. (2015f). “El activismo cuántico”. En: Martos, La educación cuántica (pp.254-261). Málaga: Corona Borealis.
Mayos, Gonçal y Brey, Antoni (2011). La sociedad de la ignorancia. Barcelona: Península.
Morgado, Ignacio (2015). La fábrica de las ilusiones. Barcelona: Ariel.
Morin, Edgar (1994). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.
Morin, Edgar (2004). El Método, Tomo 6. La Ética. Paris: Seuil, col. Points.
Morin, E. (2005). “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. En: Ra Ximhai, Nº1 (3), 653-665. Universidad Autónoma Indígena de México.
Navarro, Viçens (2012). Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Barcelona: Espasa libros.
Otte, Max (2010). El crash de la información. Los mecanismos de la desinformación. Barcelona: Planeta.
Phipps, Carter (2012). Evolucionarios. Barcelona: Kairós.
Puente, I. (2011). “Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción”. En: Enrahonar. Quaderns de Filosofia, Nº 47, 15 a 37. Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Ribera, Ahimsalara (2009). La sanación con los mándalas. Madrid: Edaf.
Rubiales, Francisco (2005). Democracia secuestrada. Córdoba: Almuzara.
Sheldrake, Rupert (2013). El espejismo de la ciencia. Barcelona: Kairós.
Truyol, Antonio (1981). La república. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
Vattimo, Gianni (2006). El pensamiento débil. Madrid: Cátedra.
Wilber, Ken (1987a). El paradigma holográfico. Barcelona: Kairós.
Wilber, Ken (1987b). Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós.
Wilber, Ken (1998). Ciencia y religión. Barcelona: Kairós.
Wilber, Ken (2005a). Sexo, Ecología, Espiritualidad.Madrid: Gaia Ediciones.
Wilber, Ken (2005b). El espectro de la conciencia.Barcelona: Kairós.
Wilber, Ken (2005c). “Dos modos de saber”.En: Wilber, El espectro de la conciencia(pp.35-59). Barcelona: Kairós.
Wilber, Ken (2005d). “Aquello que está siempre listo”. En: Wilber, El espectrode la conciencia (pp.375-432). Barcelona:Kairós.